¿Paternalismo?
Por Luis Cordero Vega
“El presupuesto central de toda sociedad democrática es que los sujetos no sólo tengan una declaración formal del “derecho a elegir”, sino que además ese derecho sea naturalmente ejercido de modo eficaz”.
Por Luis Cordero Vega
La semana pasada, el presidente de la Asociación de Bancos señaló que el proyecto que modifica el Sernac “intoxica” las relaciones entre clientes y proveedores. En resumen, su argumento es que se ha subestimado a las personas, sustituyendo sus elecciones con una especie de paternalismo estatal.
Esta opinión no tiene ninguna novedad. Es habitualmente esgrimida por aquellos que afirman que lo realmente relevante es dar poder de elección a las personas sin intervención estatal. Esta tesis se reproduce con mucha recurrencia en temas como medio ambiente, educación, salud y alimentos. Curiosamente, todos asuntos en los cuales está vigente nuestra discusión pública.
Sin embargo, este argumento es contradictorio con su propio propósito. En efecto, en sociedades complejas como las actuales, en donde muchas relaciones están sujetas al paradigma de la elección, se han profundizado las desigualdades en esas relaciones. Los motivos son múltiples, pero en términos sencillos se traducen en que las personas no siempre están en buenas condiciones de elegir, no sólo por los clásicos problemas de asimetrías de información, sino que también porque no siempre estamos en condiciones de racionalizar adecuadamente la misma y en otras tantas porque esa asimetría se traduce en inequidades socialmente inadmisibles. La omisión de esa información, la explicación inadecuada de la misma o la inequidad que resulta de ella, influyen indebidamente en las opciones de vida de las personas.
El presupuesto central de toda sociedad democrática es que los sujetos no sólo tengan una declaración formal del “derecho a elegir”, sino que además ese derecho sea naturalmente ejercido de modo eficaz. En otros términos, que para que esas elecciones sean legítimas, todos quienes participan de ese proceso estén sobre un estándar mínimo de dignidad para posibilitar sus opciones y proyectos de vida.
Cuando eso no es así, por más libertad que declaremos, los sistemas legales deben tratar de corregir esas distorsiones. Y lo hacen precisamente con regulación pública. Una decisión de ese tipo no es paternalismo, es sencillamente hacer posible la libertad que tanto se reclama, para que la vida de las personas sea genuinamente como ellas desean vivirlas.