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Inicio» Columnistas » Luis Eugenio Silva » Amor a sí mismo: ¿Egoísmo o lucha contra el mal?

Amor a sí mismo: ¿Egoísmo o lucha contra el mal?

“El respeto y amor a los demás ha de comenzar por el amor a sí mismo”.

Publicado el 07/08/2014

Pbro. Luis Eugenio Silva

La tradición judeo-cristiana monoteísta pide que el amor a Dios se complemente con el amor al prójimo como a sí mismo. ¿Egoísmo? No, ya que amarse a sí mismo no es más ni menos que afirmarse en la vida, primera obligación natural del hombre, y así amar a los demás. Pero en esta tarea nos encontramos con las diversas formas del mal, especialmente con el egoísmo.

Es bien sabido que es precisamente el mal y su realidad misteriosa lo que se opone al Dios único y verdadero, que la religión monoteísta afirma, y origina para algunos el ser ateos.
¿Cómo oponerse al mal? Para el creyente, viviendo los frutos del Espíritu que se desprende de la predicación de Jesús —especialmente el amor caridad—, pues de este modo hace un cambio en su vida y lo lleva a relacionarse con los demás con serenidad, paz y racionalidad, buscando solucionar los problemas que se originan en la vida social y personal.

Sabemos que la causa primera de la realidad material es espiritual y que el mundo exterior es el espejo de nuestras disposiciones que lo crean. Es por ello importante buscar cambiar las disposiciones interiores de la cultura pragmática y materialista para que todos puedan ser respetados, responsables y propietarios de su destino.

El respeto y amor a los demás ha de comenzar por el amor a sí mismo.

Leyendo a una teóloga canadiense anoté las condiciones que son necesarias para amarse a sí mismo, sin caer en el egoísmo. Estas serían siete: aceptarse, expresarse, afirmarse, satisfacer sus necesidades, respetar sus propios límites, no comprometer su seguridad y valorizar su autonomía.

De este modo, una persona que se ama a sí misma se acepta incondicionalmente y se siente bien con sus diferencias, condiciones y defectos, tratando de cambiar lo negativo, pero sin disminuirse, ni pretender ser otra cosa que lo que se es.

Sabe expresarse, ya que posee el derecho a ello, manifestando lo que se es y así aceptando que los otros hagan lo mismo.
Al afirmarse, no se siente víctima ni actúa quejumbrosamente ante los demás, y toma el lugar que le corresponde y que ningún otro puede tomar.

Al satisfacer sus necesidades, toma lo que necesita, de modo racional, viendo sus carencias y lo que puede tomar.
Respetarse a sí mismo no es otra cosa que ser cuidadoso, respetar su integridad y autonomía, y de este modo respetar a quien tiene al lado, su prójimo.

De esta manera, el amor a sí mismo no es un camino hacia el egoísmo, sino al contrario es el sendero que lleva al respeto del otro y propio.

Estas normativas morales implican por cierto el desarrollo personal de las virtudes, que tan inteligentemente desarrolló Aristóteles en sus tratados de ética, especialmente en el dedicado a su hijo Nicómaco. Se cumpliría así el mandato del judeo-cristianismo que se expresó en el Decálogo y como consecuencia se desataría la lucha en contra del misterioso mal moral y físico que se mezcla con la realidad positiva.

Amor a sí mismo, columna La Segunda, Luis Eugenio Silva, tradición judeo-cristiana
  • Rodolfo Duilio Orozco Vásquez

    Muy interesantes las aseveraciones del padre Luis E.Silva y que tan importantes ponerlas en práctica diariamente………y es lo que más nos cuesta y cómo nos cambiaría la vida y el mejor trato con nuestros semejantes.
    Sin embargo, prima en nosotros la envidia, el orgullo, la soberbia, la prepotencia, la vanidad, por decir lo menos,………..pero, a pesar de todo siempre tratamos de portarnos bien con nuestros semejantes, porque tenemos una formación cristiana heredada de nuestros antepasados y nuestros padres y abuelos. Particularmente, que valiosa es la sabiduría y sapiencia de nuestros abuelos que nos enseñaron a rezar y a orar y a tener una muy buena disposición para con nuestros semejantes. ¡¡ Gracías a Dios, por sus enseñanzas !!

  • Gloria

    ¿Cómo lo integramos con “el que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga”?
    ¿Los santos se aceptaron incondicionalmente, o se avergonzaban y arrepentían de su pecado?
    Creo que desde hace tiempo en nuestra Iglesia se lee muy poco a los santos y demasiado las aventuras de teólogos que jamás llegarán a serlo.

    • JAJD

      Niéguese a sí mismo: dejar de girar en torno a uno mismo y, en vez, girar en torno a Dios.
      Tome su cruz y me siga: aceptar la parte de la realidad que a uno le tocó vivir y vivirla con Jesus, siguiendo la Voluntad de Dios Padre, para Gloria de El. Creo que tomar la propia cruz incluye Amarnos a nosotros mismos, pues si uno no toma su propia cruz, hace más pesada la cruz del resto, si uno no se Ama a sí mismo, no puede Amar desinteresada o gratuitamente al resto, y para esto necesitamos la Gracia de Dios, necesitamos seguir y adorar a Jesus, Dios Vivo siempre con nosotros, en el Espíritu Santo. Creo que es imposible Amarnos a nosotros mismos, con sinceridad y Verdad, si no adoramos sinceramente a Dios.
      Ojo que grandes santos han sido también grandes teólogos.
      Saludos

  • JAJD

    Buena columna…aprovecho de compartir una reflexión personal: creo que el mayor modelo, el modelo por excelencia que tenemos los cristianos de Amor auténtico y verdadero a uno mismo, es Cristo, quien sin dejar de Amarse a sí mismo, aceptó morir en una Cruz por nuestra Salvación, pues El NO lo hizo por falta de Amor a sí mismo, justamente al revés, lo hizo, lo permitió, en un Amor Perfecto a sí mismo que se concreta, en cada criatura, en una entrega plena al plan del Creador, Dios Padre, para cada una y que se descubre día a día en oración sincera con Dios. Saludos!

Jorge Edwards

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