El desafío
“La irrupción de la Presidenta es una buena nueva, pero exige al Gobierno estar a la altura”.
Por Oscar Guillermo Garretón
El hecho político de estos días ha sido que la Presidenta decidió salir a encabezar sus reformas, poniendo en juego su capital político. Tiene riesgos, pero se hizo inevitable, no por la acción de una derecha inexistente, sino que por falencias de estos meses.
Los problemas no vienen sólo ni principalmente de ausencias presidenciales, exuberancias de Eyzaguirre, desprolijidades de la reforma tributaria, desórdenes de la coalición o carencias comunicacionales. El Gobierno ha adolecido de fallas de diagnóstico y de política que afectan su sintonía con la sociedad.
Mencionaré telegráficamente algunas:
La ciudadanía valora lo logrado en 20 años. No como obra de una política que menosprecia, sino como fruto de su propio esfuerzo y no está dispuesta a arriesgarlo con promesas de futuros impuestos desde esa misma política. Intentar demoler esa historia la alerta.
Todo movimiento social defiende intereses. Rol de la política es saber acogerlos considerando los intereses de otros y del país como conjunto. La “calle” no se divide en mala o buena. Es la que es, muta y se debe escuchar.
La fuerza del movimiento estudiantil el 2011 se fundó en el apoyo de las familias y ciudadanos. Hoy su dirigencia la perdió radicalizándose y parte de esos mismos padres y apoderados cuestionan las reformas anunciadas, más otras organizaciones de ancha convocatoria social antes silenciosas y que hoy se sienten amenazadas: los credos religiosos y la educación privada a todo nivel.
Gracias a la reforma tributaria irrumpió un vasto movimiento social de emprendedores y pymes. Está en todo el país y pueden pararlo; por eso y por la fuerza de sus razones, ganó en el debate tributario. Ya anunció que estará en el debate de las reformas laborales y movilizado contra el maltrato por el sistema financiero (la banca). Por primera vez la economía de mercado tendrá un movimiento social potente que la defienda al igual contra el estatismo antiempresa y la concentración económica. Sería torpeza calificarlo de “derecha”.
Se agudiza la desaceleración económica con alarmantes caídas en inversión y consumo. Comienza a reflejarse en el empleo y el impacto aumentará de intensidad a pesar de la inversión pública. A poco andar, la crisis externa no será razón suficiente para la resignación; en tanto, incertidumbres y desalientos en los actores económicos pasan su cuenta a la política.
El desorden de la coalición no es problema de disciplina, sino de consideración de todos a las sensibilidades más intransables de cada uno. Ley de toda coalición es que puede avanzar concentrándose en lo que es común, conciliando, incluyendo. Si no ocurre así, a la corta o a la larga estará condenada a paralizarse como fuerza de cambio, a perder su mayoría política y a desaparecer.
La prolijidad, hacer bien las cosas, dar seguridad de no equivocarse, demorarse antes que andar a tumbos y reculadas es también exigencia ciudadana de buen gobierno.
La irrupción de la Presidenta es una buena nueva, pero exige al Gobierno y coalición estar a la altura.