Sanos anuncios en salud
“La última encuesta CEP ya nos muestra que la salud es el tema prioritario. Cualquier solución no puede pasar por destruir el sistema exitoso que tenemos para reemplazarlo por uno deficiente”.
Por Cristina Bitar
La denominada trampa de los países de ingreso medio consiste en que alcanzan un nivel de desarrollo que lleva al surgimiento de una gran clase media que presiona con impaciencia por alcanzar el nivel de vida que ya se avizora cercano, pero que en realidad el país aún no es capaz de entregar. Entonces, la demanda redistributiva cobra tal fuerza que los gobiernos impulsan cambios en esa dirección que, por un lado, responden a las demandas sociales, pero, por el otro, le agregan un lastre tal a la economía, que ese desarrollo que se ve a la vuelta de la esquina se convierte en una esperanza frustrada que nunca llega.
Ese es, en el fondo, el temor que las reformas impulsadas por el gobierno de la Nueva Mayoría han despertado en muchos sectores. Por ello, se levantan cada vez voces más numerosas y más diversas que hacen notar que, en un ambiente de incertidumbre y con un clima hostil al emprendimiento, el país no volverá a crecer a tasas que permitan el anhelado desarrollo en un plazo aceptable.
En ese contexto resultan tranquilizadoras las declaraciones de la ministra de Salud, Helia Molina. Paulatinamente, había comenzado a instalarse la percepción de que la propuesta de que la cotización de salud vaya a un seguro universal y estatal de salud era una realidad. Incluso, se discutió por la prensa la naturaleza de esa cotización, con algunos postulando que se trata de un impuesto y que no es, por lo tanto, de propiedad del trabajador.
Un proyecto de ese tipo provocaría un nivel muy importante de incertidumbre para quienes han hecho inversiones en salud privada. Convertir a las isapres en “seguros de segundo piso” traería inevitablemente un encarecimiento del sistema privado, reduciendo su cobertura de manera importante.
Además, y de acuerdo con el actual estado del sistema, parece de sentido común que llevar más pacientes al sistema público no es una alternativa que mejore la posibilidad de atención de un sector que ya está sobrepasado.
Chile tiene, y la propia ministra se encarga de recalcarlo, indicadores de salud de país desarrollado. Nuestra esperanza de vida es de 77,7 años y nuestra mortalidad infantil es la mas baja del continente. Sin embargo, eso no puede llevarnos a obviar que los resultados no van de la mano con la calidad del servicio que las personas perciben. La atención es lenta, hay una sensación permanente de falta de recursos en el sistema público, paros, esperas, postergaciones. Hay un abismo de diferencia con la “experiencia de servicio” que tienen quienes pueden atenderse en las clínicas privadas.
La última encuesta CEP ya nos muestra que la salud es el tema prioritario. Cualquier solución no puede pasar por destruir el sistema exitoso que tenemos para reemplazarlo por uno deficiente. Hay que enfrentar los problemas de calidad de servicio que la gente siente en las isapres y en los hospitales públicos. De hacerlo a tiempo y desde el diagnóstico correcto depende que lo realicemos bien.
Como se ha demostrado en otros sectores, continuar con la alianza público-privada es la mejor alternativa.