Antiparras
Por Fernando Balcells
“Nicanor Parra trajo el humor solemne a la gravedad exaltada de la poesía chilena”.
Por Fernando Balcells
Nicanor Parra trajo el humor solemne a la gravedad exaltada de la poesía chilena. Lo suyo no es la ingenuidad del humorismo literario de los años cincuenta, aunque participó de sus últimos estertores en el Quebrantahuesos.
“Después vinieron las felicitaciones, los aplausos, las ovaciones de pie. Yo lloraba de emoción. Agradecía en términos lacónicos esas felicitaciones… Nuevos problemas, porque no se me ocurría nada digno del momento”.
Este recorte de más de cuarenta años es para los que se han preguntado qué pasaba por la cabeza de Parra mientras devoraba un costillar de cerdo y frente a su casa y en todo Chile se festejaba su centenario. Hace ya mucho que el homenaje está incorporado en su vida, en su obra y en su paladar.
El hombre tiene un carisma indudable cuando habla de literatura, de física y de artefactos en el tono serio de su lectura poética y con la risa apenas contenida en sus ojos.
Su humor es ingenioso y prosaico (betwen no more, piernas abiertas y entre no más) o a veces bello (el hombre imaginario) y en el conjunto genial. Abrió un amplio campo en la poesía chilena que suma sucesores: Eugenio Dittborn, Juan Luis Martínez y Diego Maqueira. Él inaugura en Chile una era de la levedad para la que aún no estamos preparados.
El humor en Parra no es sólo distanciamiento respecto de los acontecimientos —y falta de compromiso con la contingencia—, es su manera de dar forma a una postura que descarta los antagonismos gastados y las distinciones de moda, y los reemplaza por otros nuevos.
Escucharlo leer y acentuar es encontrarse con una música que se parece a la de sus hermanos. Huaso ladino y contento de sí mismo —no contaban con mi astucia— arrastra el poncho y lo levanta en el último momento para darle esa entonación de asombro única a sus poemas. También la puede dejar caer a la gravedad de un enigma en varios escalones, siendo el primero, si estamos ante una pregunta o una tomadura de pelo.
Parra no es de dar unanimidades. Tampoco que yo sepa las pide. Supongo que agradecería que no lo traten como florero y que le digan (lo que ya sabe) que hay que leerlo con espíritu de pirquinero. Una pepita por acá, otra por allá y algunas arideces ingeniosas para pasar arropados un largo invierno.