Centroderecha e igualdad
Por Carlos Williamson B.
“Hacer suyo el principio de igualdad no aleja a la centroderecha de su ideario básico”.
Por Carlos Williamson B.
Investigador Clapes UC
Hace algún tiempo se ha instalado en la centroderecha chilena un debate sobre los principios que la inspiran. Hay quienes señalan que el Gobierno de Piñera perdió el rumbo con empeños igualitarios de un Estado omnipresente, lo que explicaría, en parte, el fracaso electoral. El ala más liberal desestima la igualdad, recurriendo a la tesis de que la naturaleza ha hecho distintos a los seres humanos y, en consecuencia, las desigualdades son naturales a nuestra esencia y forzar la igualdad conllevaría la pérdida de libertad y es un camino de servidumbre. Lo genético sería decisivo en las desigualdades y entonces no intentemos cambiar un supuesto “orden natural”; no es el capital social, sino el genético, el que manda. O sea, quedaría poco por hacer. Pero ello no es propio de una centroderecha moderna.
Un claro defensor de la libertad, Adam Smith, no creía en esta suerte de fatal determinismo que pesaría sobre nuestras espaldas. En “La Riqueza de las Naciones”, Adam Smith señalaba que “las diferencias entre caracteres más disímiles parece no surgir tanto de la naturaleza de los seres humanos como del hábito, la costumbre y la educación”. Asimismo, para Aristóteles, lo justo, era lo proporcional, y quien poseyera una proporción mayor de un bien a lo que le corresponde, o sea, desigual, incurre en una injusticia. Suponer que hay grupos sociales que nacen con desventajas naturales no sólo parece ser una falacia, sino que además es injusto y amarra de manos a la política pública para enfrentar las desigualdades de origen. A lo más hay espacios para el asistencialismo estatal y no para revertir este resultado mediante una política pública activa, con especial predilección para educar a los grupos más vulnerables.
Chile ha entrado en una batalla por las ideas. La centroderecha debe hundir sus raíces en la corriente social cristiana con su trasfondo antropológico, que concibe la actividades económicas no como simples relaciones de intercambio, asépticas de condicionamientos éticos, sino como la expresión de un orden social que refleje la igualdad fundamental de todas las personas.
Hacer suyo el principio de igualdad no la aleja de su ideario básico, sino que le da el hálito de humanidad que a veces se echa de menos. Y eso no es hacerle el juego a la izquierda ni tomar sus banderas de lucha. Es observar con objetividad qué nos falta para conjugar la libertad con la justicia y vivir en un ambiente de paz y concordia.