La frustración de los anfitriones de Ferguson
“Ferguson debe saber que la educación privada en Holanda es sin fin de lucro y financiada por el Estado”.
Por Guillermo Larraín
Destacados profesores visitan Chile regularmente, pero pocos con el impacto mediático de Niall Ferguson, el historiador de Harvard. La razón es que había una agenda política explicitada por el rector de la Universidad Adolfo Ibáñez: (lo trajimos porque) “él cree en el sector privado, pensamos que eso es lo que falta, porque a nuestro juicio el debate ha estado un poco sesgado hacia una visión más corporativista del Estado y creemos que con esto se equilibra el debate”.
Luego, un artículo de El Mercurio titulaba “Chile ha sido muy inteligente (…) pero podría estar a punto de ejercer su derecho a ser estúpido”, frase de Ferguson que no aparece en el texto. Había que leer la columna de José Miguel Silva en el Diario Financiero para entender que la causa era la “obsesión igualitaria” del Gobierno.
Supuestamente, Ferguson daría solidez intelectual a la oposición chilena. Sin embargo, al leer sus entrevistas, resulta que Ferguson tiene puntos de vista —no todos por cierto— compatibles con el programa de gobierno. Es desilusionante para quienes esperaban lo opuesto y para él mismo, que quizá se sorprenda por estar mal informado.
Esto es claro en la entrevista que dio a Patricio Fernández en The Clinic.
Historiador conservador con orígenes en Inglaterra y Estados Unidos, Ferguson tiene un pensamiento matizado por su adhesión al sistema democrático (condenó como corresponde la dictadura en tanto dictadura) y por la experiencia comparada del Estado de Bienestar.
Así, Ferguson prefiere un sistema mixto de educación donde privados y públicos compitan, y tiene en mente a Holanda, que posee un importante componente privado en su educación. Ferguson debe saber que la educación privada en Holanda es sin fines de lucro y financiada por el Estado.
¡Lo curioso es lo evidente! Hacia allá es donde apunta la reforma educacional. En Chile no se está poniendo fin a la educación privada, sino al lucro y se avanza hacia la gratuidad. El sistema escolar chileno es y será mixto. Eso equipara a Chile con Holanda, que es lo que Ferguson reclama como modelo.
Contradictoriamente, Ferguson plantea que un 20% de la matrícula de los colegios privados debiera ser para alumnos becados de ingresos bajos. Bueno, esta fue la experiencia de algunos colegios en Chile durante la Unidad Popular que quedó inmortalizada en la película “Machuca” de Andrés Wood. ¿Dejaría esto satisfechos a los anfitriones de Ferguson? La reforma actual no plantea esto, sino eliminar la selección, cosa evidente en Holanda y que, en la entrevista al menos, Ferguson no objetó.
Dos cosas más. Lo primero es que, según Ferguson, “la elección de lo que se provee de forma pública y privada es construida históricamente”. Esta reflexión —que aparece también en el libro El Otro Modelo— implica que cuánto Estado y cuánto mercado uno tenga varía entre países y evoluciona temporalmente. Por ejemplo en Finlandia, dice Ferguson, “no hay muchas cosas que no son provistas por el Estado”, pero ahí no, no son estúpidos. Es que hay poca corrupción y tienen una rara preferencia por los impuestos.
Lo segundo es el sistema de salud inglés (NHS), que es gratuito y, según él, ineficiente, “pero el público británico está profundamente convencido de que este sistema es moralmente superior al sistema americano”. La ineficiencia la ve en caso de una emergencia grave donde “él prefiere” el sistema americano, pero lo hace maliciosamente, porque tal eficiencia obedece al precio a pagar por la oportunidad de atención y él tiene cómo hacerlo. Pero si alguien tiene menos medios, ¿qué sistema preferiría? No hay que equivocarse: el inglés medio tiene mejor sistema de salud que el norteamericano medio. Mientras el NHS protagonizó la jornada inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres, el Presidente Obama pasó su primer mandato intentando darle cobertura médica a 30 millones de personas que en el país más rico del planeta no la tenían.
Más allá de titulares y conversaciones privadas —que pueden diferir de las públicas, no lo sé—, las opiniones de Ferguson ratifican que las opciones programáticas de este Gobierno en materia tributaria y educacional son razonables. Su principal crítica —que incluso matizó en CNN— fue la “obsesión igualitaria”, pero qué menos se podía esperar de un historiador de derecha. Lo que Ferguson no trajo fue lo que sus anfitriones esperaban: argumentos que mostraran que las reformas son erradas.