Perú: conocerlo para entenderlo
La mirada del ciudadano común sobre nuestro vecino del norte, condicionada durante la Colonia por el vínculo administrativo con el virreinato, pasó después desde la solidaridad de la campaña para la independencia de Perú a los antagonismos y las heridas dejadas por la Guerra del Pacífico. Pero la creciente llegada de peruanos, que con el […]
La mirada del ciudadano común sobre nuestro vecino del norte, condicionada durante la Colonia por el vínculo administrativo con el virreinato, pasó después desde la solidaridad de la campaña para la independencia de Perú a los antagonismos y las heridas dejadas por la Guerra del Pacífico. Pero la creciente llegada de peruanos, que con el contacto personal permite un mejor conocimiento y el respeto por las tradiciones y costumbres de los inmigrantes -en este caso con el gusto masivo por su cocina-, está creando nuevamente, más allá de algunos brotes de intolerancia, una amistad que ojalá perdure, aunque como antaño predomine la nota emocional sobre el conocimiento que requiere la buena vecindad.
Algo similar sucede hasta en los círculos dirigentes, donde se alternan en los últimos años el entusiasmo por la coincidencia de los esquemas de desarrollo traducida en fuertes inversiones de capital y cierta competencia en los logros económicos, y las inquietudes en el orden diplomático derivadas de la demanda ante la Corte de La Haya y de la persistencia peruana en conflictos limítrofes que para nosotros son inexistentes. De ello nacen a veces malos entendidos o imágenes confusas que pueden distorsionar la realidad y dañar una relación bilateral positiva.
Exceptuando a los especialistas en el tema o a quienes tienen comprometidos en ello su propio trabajo, a la opinión pública le cuesta entender los matices y alcances de la evolución política de este vecino, y en la actual situación sus lazos con las alzas y bajas de los índices de crecimiento. Así, acaba de renunciar allá el ministro de Economía, Luis Miguel Castilla, el único sobreviviente del primer gabinete de 2011 y a quien se suponía el más influyente de los colegas de Humala. Aunque invocó motivos estrictamente personales y una tarea ya cumplida al dejar el cargo, se sugiere como causa real su oposición a una ley previsional recién despachada por el Parlamento y desde acá es difícil para la gran mayoría saber a ciencia cierta el sentido de ese cambio.
En otro aspecto, la admiración por un fuerte despegue económico reciente tiende a omitir la disminución de las proyecciones gubernamentales del PIB, que además es paralelo a la caída al 25 por ciento en las encuestas del apoyo al Presidente Humala, y a los juicios críticos acerca de la popularidad y el poder de su esposa en el Gobierno. Incluso el frustrado episodio del intento de marcha nacionalista a la frontera, reprobado por las propias autoridades y la población de Tacna, muestra las contradicciones internas que allá existen en esa materia, así como una convivencia efectiva con los ariqueños que nos cuesta entender y valorar.
Todas estas incertidumbres y la falta de preocupación real por aclararlas dificultan la comprensión de las perspectivas políticas y económicas de una nación que es importante para Chile, y facilitan el surgimiento que aparece allá de nuevas pretensiones fronterizas. Porque en lugar de prejuicios erróneos o simples emociones debería haber un sincero y racional interés por el conocimiento mutuo, la superación de falsos conflictos y por diversos proyectos comunes que beneficiarían a ambas naciones.