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Inicio» Columnistas » Sergio Melnick » ¿Qué hacer en La Araucanía?

¿Qué hacer en La Araucanía?

“El tema de las tierras, nos guste o no, existe y negarlo es lo peor”.

Publicado el 04/09/2014

Por Sergio Melnick

El tema de La Araucanía se arrastra gobierno a gobierno y nunca se resuelve. Nadie sabe muy bien qué hacer. El problema sigue y no es sólo de los mapuches, sino que en definitiva es del país en su conjunto.

Reconozco con humildad que el tema me queda grande, y que no lo entiendo en todas sus aristas. Pero es primera vez que veo algo integral, serio, propositivo y posible, como es el proyecto del senador Espina. La esencia es simple pero no trivial y tiene dos caras: una requiere que todos los afectados se logren sentar a trabajar y acordar las soluciones. La otra, que la agenda tenga efectivamente todos los temas críticos de trabajo. En ese camino, las premisas básicas son tres: primero hay que dar reconocimiento institucional a los pueblos originarios, de manera compatible con la institucionalidad general. Segundo, los actores mismos deben participar en las decisiones o acuerdos para que estos funcionen y sean legítimos y, tercero, hay que poner recursos significativamente.

Para el desarrollo de este trabajo, se propone la creación de un Consejo o Aukiñ para la Paz en La Araucanía, integrado por representantes del Estado, del pueblo mapuche, agricultores, parceleros y emprendedores forestales. Este consejo tiene cuatro áreas para la agenda: (1) el tema de las tierras, (2) la pobreza rural, (3) la institucionalidad y (4) la violencia.
El tema de las tierras, nos guste o no, existe y negarlo es lo peor. Hay que darle un corte de una vez y para siempre. Hay que hacer un catastro definitivo, acordado por los actores, y proceder de manera concluyente.

El tema de la pobreza, la infraestructura y la asociatividad han estado en la agenda social de los gobiernos. La propuesta es una Corporación de Fomento Rural de La Araucanía que acompañe la asignación de tierras y las necesidades de capital humano e infraestructura.

El tema del reconocimiento como pueblos originarios, junto con el de las identidades y la diversidad, requiere también reconocer el ser parte de una identidad agregada que es la chilena. Todos son parte. Quizás se requieran cuotas en el Parlamento como se propone hoy para las mujeres. Quizás es un nuevo tipo de Ministerio de Asuntos Indígenas. Finalmente está el tema de la violencia. La gran mayoría de los pueblos originarios y en particular los mapuches no son violentos, pero la violencia está y debe ser erradicada. Las víctimas son de todos lados, no sólo de un lado. Aquí operaría el Consejo u Aukiñ.

En fin, por primera vez aparece una luz en la oscuridad. Esperamos que lo acoja el gobierno de Bachelet, otras autoridades, los agricultores, y todos los chilenos. No podemos llevar este tema a las ideologías de izquierda o derecha; es un asunto de Estado.

Aukiñ para la Paz, columna La Segunda, Gobierno de Michelle Bachelet, La Araucanía, Ministerio de Asuntos Indígenas, pueblos originarios, Sergio Melnick, tema país, violencia
  • Jorge D’agostino

    La araucania+Perù+Bolivia y mas o menos argentinay nos quedamos asi de
    de chiquititos

  • Augusto Cortés

    La instauración del estado chileno sobre territorios hasta ese entonces silvestres y aborígenes supuso la imposición del sistema notarial europeo de propiedad privada de la tierra, mensurada e inscrita en registros formales y personalizados, por sobre el sistema ancestral de asentamientos comarcanos y trashumancias de clanes familiares extendidos de la cultura agropatriarcal aborigen.

    En la cultura europea occidental que se impone con la Conquista, el Estado, por el sólo derecho de ser tal, es el soberano original de todo el territorio sobre el que es capaz de hacer imperar la majestad de sus leyes. Las tierras, de no estar inscritas oficialmente en los registros de propiedad, son fiscales, como lo eran de la corona española las conquistadas. Eso y no otra cosa significaba el sistema original de la “Mercede de Tierras” de la corona española , es el reconocimiento a título gracioso del Soberano de la pertenencia del tal lugar en propiedad de un titular, sea particular o comunidad.

    La llamada Pacificación de la Araucanía fue la completación de la conquista de ese territorio interior, rezagado mayormente casi en la prehistoria, con las armas más modernas de ese tiempo, fogueadas en desiertos y sierras.

    Siempre entre los mapuche existieron las dos posiciones frente a la civilización europea: desde la completa asimilación con abandono definitivo de lengua y costumbres, hasta la persistencia irreductible en el apego a las tradiciones rurales y silvestres de autosubsistencia agropastoril.

    No es del caso explayarse en las muy diversas personalidades, argumentos y avatares de estas posturas desde mediados del siglo XIX hasta ahora. El tema cultural es la clave.

    El asimilacionismo produjo figuras notables, políticos de fuste y funcionarios y servidores públicos notables y empresarios de variado éxito; el conservantismo, en la ruralidad reducida al minifundio en que devinieron las muchas veces mezquinas mercedes comunitarias tras varias generaciones y múltiples herencias produjo los bolsones de pobreza que aún quedan por todos lados.

    Una forma de vida que hasta adentrados en el siglo XX aún podía proveer una tranquila supervivencia a una familia rural -el 75% de los chilenos- al comenzar el siglo XXI es mísera. Han cambiado de tal modo las necesidades y demandas de la vida moderna que la productividad familiar del minifundio rural tradicional no puede proveer, que hoy esa forma de cultura productiva dejó de ser viable. Persistir en ello, simplemente y salvo contados nichos específicos – como comercio de artesanías y productos, servicios al turismo y afines- todo ya muy contaminado de transculturación, es persistir en la pobreza de la subsistencia precarizada.

    La tecnificación y mecanización de la agricultura – intensiva y extensiva- es la única forma en que esta actividad sea rentable en estos tiempos y tal vez más aún en los por venir.

    Es por esto que lo primero es un cambio cultural. Tan importante o más que la mera propiedad de las tierras que no garantiza nada per de origen rural se.

    Sea reciclarse en estas “tradiciones inventadas” (Hosbaum) en la ruralidad o a las profesiones, oficios y y quehaceres productivos de la modernidad urbana son opciones excluyentes, en apariencia. Porque parte del buen vivir de un hijo de la tierra incluye la parcela de campo, sea médico, abogado, emprendedor o comerciante.

    Un cuento aparte es la relación de las culturas de origen rural con la propiedad de la tierra. En gran medida es el origen de su posición social. El “ulmen” mapuche -categoría ya casi en desuso- era el dueño de tierras y ganado en grado suficiente para ostentar en mujeres y joyas, como puede verse en tiempos tan recientes como para que haya testimonio fotográfico, si falta hiciere. Esa categoría era común cuando manejaban grandes números de cabezas de ganado en trashumancia hasta las pampas hoy argentinas, cosa hoy impracticable. La “Pacificación de la Araucanía” fue nada ante la “Campaña del Desierto” que casi exterminó a los pueblos aborígenes en los territoripos trasandinos.

    Eso es ya otro tema.

    Lo de la propiedad de la tierra es parte del asunto mapuche, hoy una inmensa mayoría del pueblo mapuche se ha establecido en las ciudades. El camino, mucho más que insistir en una ruralización extemporánea, está en las profesiones y oficios de la vida moderna. Al igual que todos los chilenos. Lo de exepcionalidades territoriales y administrativas, a mi juicio, ni merece considerarse en serio. Pueden alegar orígenes anteriores al estado, pero ¿significa ello per se una ciudadanía de otra clase? Podría darse otra vuelta de tuerca a eso.

    Por hoy, basta.

  • Marcelo silva

    Me podrán reconocer a mi como mapuche, como chileno algo debo tener. Ojala tenga acceso privilegiado a muchas cosas

  • Emilio Gay-Dufeu

    Lo que nadie dice,ni los historiadores tan de moda,es que los mapuches fueron un pueblo nòmade,por lo tanto eso de la propiedad de la tierra es bien discutible,ellos se movìan hacia donde podìan comer y pernoctar mientras la naturaleza les proveyera,es lo mismo que hacen hoy cuando ven un campo en producciòn,ese campo perteneciò a mis antepasados dicen,pero no dicen que se comieron y quemaron todo lo que pudieron explotar sin el menor esfuerzo.Luego llegaron Chilenos y colonos,limpiaron los campos y los hicieron productivos y ¡Zaz¡ ese campo es mìo.Claro para comerse todo otra vez sin esfuerzo.Esa es la verdad del pueblo mapuche.Todo lo demàs es politiquerìa de izquirda.

Jorge Edwards

  • El derecho a la historia

    “Chile ostenta una historia densa, compleja, que valdría la pena examinar con seriedad y cuyo examen sería útil”.

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