Reacción ante señales económicas preocupantes
La semana pasada, el país confirmó con una serie de datos económicos una sensación ambiente de desaceleración preocupante que se venía arrastrando hace varias semanas. El esperado Informe de Política Monetaria (IPoM) del Banco Central, el miércoles, trajo una reducción de la proyección de crecimiento económico para este año a un rango de entre 1,75% […]
La semana pasada, el país confirmó con una serie de datos económicos una sensación ambiente de desaceleración preocupante que se venía arrastrando hace varias semanas. El esperado Informe de Política Monetaria (IPoM) del Banco Central, el miércoles, trajo una reducción de la proyección de crecimiento económico para este año a un rango de entre 1,75% y 2,25%, desde el 2,5%-3,5% previsto en junio. Las palabras del presidente del instituto emisor, más algunos datos del informe, fueron interpretadas como una confirmación de que el frenazo de la economía chilena se debe en parte importante a un deterioro de las expectativas de los inversionistas. El viernes llegó el turno del Imacec de julio (la actividad económica creció 0,9 % interanual), que, si bien estuvo muy por sobre las proyecciones, sigue siendo muy bajo para un país que necesita del crecimiento para alcanzar el desarrollo.
Estamos sin duda en un escenario económico que se deterioró inesperadamente rápido y que ha abierto un flanco político importante, incluso relegó las reformas de La Moneda a un segundo lugar en la agenda. Hay al menos dos puntos que deben levantarse, uno de corto plazo y otro de mediano plazo.
Con respecto a lo inmediato, ni los llamados a cambio de gabinete ni las peticiones de confianza del Gobierno a los empresarios lograrán un despegue en la economía. Y quedarse en ese debate lo único que logra es atrasar decisiones que si tienen impacto, como bajar el ritmo y la radicalidad de las reformas (especialmente las que aún no se anuncian en detalle, como la laboral) y acelerar las definiciones de proyectos eléctricos. Para esto, es clave que el Gobierno aporte con una coordinación entre los ministros que impida que cada uno tenga una agenda que no considere el panorama total, de manera de no bombardear con señales de cambio en cada uno de los ámbitos (agua, pensiones, isapres, concesiones, etc.).
Ya en el mediano plazo, el riesgo está en creer que la desaceleración es un “bache”, que se puede pasar en unos meses, en base a gasto público (el Gobierno ya anunció un estímulo fiscal de US$ 500 millones, en parte financiado con recursos de la reforma tributaria y en parte también con reasignaciones).
Los expertos coinciden en que la actividad podría dinamizarse en los años futuros, pero que nuestro crecimiento de tendencia y productividad deberían tener una prioridad que hoy no presentan en el debate público. Parece una miopía de todos los sectores políticos pensar que hay que enfocarse en resultados de algunos meses, para criticar o para defender, porque lo cierto es que los problemas de fondo seguirán latentes con unos puntos más o unos menos de Imacec. Si estos números se transforman en el tema central, lo que se hace es hipotecar los resultados de los años que vienen. Y es sabido que sin crecimiento sostenido y alto no se puede superar la pobreza ni mejorar la desigualdad. Cuidar el crecimiento no beneficiará a un grupo, sino que al país en su conjunto, especialmente a los más vulnerables por la vía del empleo y de programas sociales de calidad.