Repitencia escolar
“La OCDE ha señalado que la repitencia tiene un efecto negativo al encarecer el sistema, puesto que demanda un año más de financiamiento escolar y retrasa en un año la salida de los jóvenes al mercado laboral”. Un estudio publicado recientemente por el Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile llegó […]
“La OCDE ha señalado que la repitencia tiene un efecto negativo al encarecer el sistema, puesto que demanda un año más de financiamiento escolar y retrasa en un año la salida de los jóvenes al mercado laboral”.
Un estudio publicado recientemente por el Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile llegó a la conclusión de que un 70 por ciento de los alumnos con malos resultados en el Simce de cuarto año básico no lograron mejorar su rendimiento en la medición de segundo año medio.
Esta cifra es preocupante y da cuenta de los escasos mecanismos que tiene el sistema escolar chileno para evitar que estos jóvenes se queden rezagados, así como de la falta de incentivos para que los propios estudiantes intenten nivelarse con el resto. El componente socioeconómico vuelve a jugar un rol relevante, puesto que sólo el 2 por ciento de los estudiantes vulnerables con malos resultados en cuarto básico logran revertir esta situación en octavo año, mientras que sólo un porcentaje ínfimo consigue alcanzar un alto rendimiento.
Estos factores tienen incidencia directa en los altos números de repitencia escolar que alcanza nuestro país, los cuales han experimentado una fuerte alza en los últimos años, luego de haber disminuido considerablemente en relación con la década de 1990. Actualmente, en Chile un 21% de los estudiantes de 15 años han repetido al menos una vez de curso, nueve puntos más que el promedio de los países de la OCDE.
Tradicionalmente, ha existido la idea de que la repitencia puede ser provechosa para los alumnos con bajo rendimiento, por cuanto significaría una segunda oportunidad para nivelar su aprendizaje. Sin embargo, diversos estudios demuestran que los estudiantes que vuelven a completar el mismo programa de estudios tienden a presentar los mismos problemas en el desarrollo de su aprendizaje, por más que esta vez sí consigan pasar de curso.
Por el contrario, esta situación puede provocar efectos irreversibles en la formación de un estudiante, a causa de que los alumnos pueden interpretar su fracaso escolar como una falta de cualidades “naturales” para el estudio, resignándose a tener un mal rendimiento, lo que puede derivar incluso en el abandono escolar.
Asimismo, la falta de una asesoría específica impide que el alumno pueda determinar cuáles fueron los motivos de su mal rendimiento, así como los aspectos que necesita reforzar. Esta deficiencia afecta también a los profesores, quienes no cuentan con las herramientas adecuadas para tratar con este tipo de estudiantes.
Más grave aún es el hecho de que muchos colegios desvinculen a los alumnos por esta causal, lo que impide cualquier tipo de monitoreo a su evolución académica.
La repitencia tiene además consecuencias en el financiamiento de la educación pública y particular subvencionada. Cada año, el porcentaje de alumnos que repiten de curso genera un costo de más de US$ 100 millones. La propia OCDE ha señalado que la repitencia tiene un efecto negativo en los resultados de los países en la prueba PISA, además de encarecer el sistema al demandar un año más de financiamiento escolar y retrasar en un año la salida de los jóvenes al mercado laboral.
La solución a esta problemática no es de fácil respuesta, puesto que las medidas que se tomen necesitan evitar ralentizar el desarrollo de los estudiantes con buen rendimiento por la inclusión de estudiantes con problemas (la tan temida nivelación “hacia abajo”), pero también evitar segregar a estos últimos en programas “especiales”.
La eliminación de la repitencia, que ha sido probada con buenos resultados en los países nórdicos y el Reino Unido, aún está lejos de nuestra realidad. Pero el establecimiento de ciclos de promoción más largos (cada tres años, por ejemplo) o la repetición de las materias reprobadas y no de los años completos pueden ser los primeros pasos para dejar atrás un mecanismo que no da resultados y constituye un factor más de discriminación en el sistema escolar chileno.