Segunda mirada
Desde un tiempo a esta parte, diversos sectores de la industria han hecho notar el déficit que tiene Chile de técnicos profesionales, que se estima en más de 600 mil y que afecta a sectores de alta importancia estratégica como la minería y las telecomunicaciones. Según expertos, algunos de los factores que explican el fenómeno […]
Desde un tiempo a esta parte, diversos sectores de la industria han hecho notar el déficit que tiene Chile de técnicos profesionales, que se estima en más de 600 mil y que afecta a sectores de alta importancia estratégica como la minería y las telecomunicaciones.
Según expertos, algunos de los factores que explican el fenómeno son la “dureza” con la que son percibidas y la menor valoración social que tienen las carreras técnicas en Chile en relación con su contraparte profesional. Que la educación técnica deje de ser el “pariente pobre” de la universitaria es una tarea difícil, puesto que implica un cambio cultural que no se puede revertir con simples políticas públicas.
Frente a esta situación, las medidas deben ir dirigidas ante todo a exponer los beneficios de este tipo de formación, entre ellos, la menor duración de estudios, las mejores oportunidades laborales, las posibilidades de perfeccionamiento, etc.
En este sentido, países como Alemania han hecho importantes avances en la materia al crear un mecanismo de interacción directa entre la educación secundaria y la técnica. El programa de formación profesional Berufsbildung Programme permite a los estudiantes de 16 años escoger entre hacer dos años de bachillerato y entrar a la universidad o ingresar a un plan que contempla una carrera técnica, mientras se trabaja en una empresa y se recibe un sueldo.
Este tipo de programas requieren una profunda colaboración entre el sector público y el privado para seguir fortaleciendo el capital humano del país, cuya falencia es una de las mayores trabas para alcanzar el desarrollo.