Segunda mirada
El mes pasado la revista Urban Climate publicó un estudio acerca de los efectos de la contaminación ambiental en Santiago y la influencia de este factor en el clima de la ciudad. La investigación, que comenzó en 2008 a petición del actual subsecretario de Medio Ambiente, Marcelo Mena, reveló que el hollín generado por chimeneas, […]
El mes pasado la revista Urban Climate publicó un estudio acerca de los efectos de la contaminación ambiental en Santiago y la influencia de este factor en el clima de la ciudad. La investigación, que comenzó en 2008 a petición del actual subsecretario de Medio Ambiente, Marcelo Mena, reveló que el hollín generado por chimeneas, tubos de escape y otros medios similares puede provocar un alza en las temperaturas de hasta 0,4 °C, además de afectar directamente a los glaciares de la zona central.
La noticia de que la contaminación afecta seriamente a varias de las principales ciudades de nuestro país poco tiene de novedosa, pero pocas veces los efectos inmediatos de este fenómeno se hicieron notar con tanta claridad.
Frente a esta situación no queda otra salida que comenzar a actuar cuanto antes y así reducir las graves cifras de material particulado fino de la capital: 20 por ciento mayores que lo permitido por la legislación de EE.UU. y 120 por ciento superiores a la recomendación de la OMS. La aplicación de filtros más estrictos en el transporte y la industria, así como la regulación al uso de ciertos combustibles son medidas que ya se están contemplando desde el Gobierno, pero que han tardado demasiado en ser aplicadas.
Desde hace varios años, el tema del cambio climático entró con fuerza en la agenda de preocupaciones de las autoridades internacionales y la ciudadanía; sin embargo, habitualmente desde Chile se miró el problema como algo lejano. Hoy, vemos que en nuestro país ya hay efectos visibles, pero que aún pueden ser tratados con medidas concretas.