Segunda mirada
El Indice de ciudades globales y expectativas de ciudades emergentes, publicado hace unos días por la consultora estadounidense A.T. Kearney, ubicó a Santiago en el puesto 58 entre las ciudades con mejores perspectivas para alcanzar el nivel de las grandes urbes del mundo, como Londres o Tokio. El ranking, liderado por Yakarta, Indonesia, mide aspectos […]
El Indice de ciudades globales y expectativas de ciudades emergentes, publicado hace unos días por la consultora estadounidense A.T. Kearney, ubicó a Santiago en el puesto 58 entre las ciudades con mejores perspectivas para alcanzar el nivel de las grandes urbes del mundo, como Londres o Tokio.
El ranking, liderado por Yakarta, Indonesia, mide aspectos como la actividad empresarial, la innovación y el capital humano de las principales ciudades de países con ingresos bajos o medios.
Como era de esperarse, la actividad empresarial es el punto fuerte de la capital chilena, pero carencias en áreas como la formación educacional y su relativa baja importancia en el escenario político internacional causan que quede rezagada incluso a nivel latinoamericano (São Paulo aparece cuarta y Bogotá, séptima).
Asimismo, a la ya conocida falencia en la creación de capital humano (lo que tiene incidencia directa en nuestros bajos índices de innovación), se suma la escasa “experiencia cultural” que significa visitar la capital. Si bien esta medición puede ser bastante subjetiva, hay pocas dudas de que la escena cultural, tanto formal como informal, no es uno de los puntos fuertes de la industria turística de Santiago.
En la última década, se han hecho importantes avances en la creación con la construcción de diversos centros multidisciplinarios y la masificación de eventos a gran escala (“Santiago a Mil” es el mejor ejemplo), pero aún queda un largo camino para posicionar a la ciudad como un polo de creación y conocimiento.