Debate bipolar
En Chile, desde que el Tribunal Constitucional en 2012 echara abajo el sistema de reajuste que se aplicaba a los planes de salud de las isapres, se debate cómo enfrentar el vacío que dejó este fallo. Y por más que distintas instancias —creadas ad hoc algunas; otras, parte del aparataje del Estado— intentaran encontrar una […]
En Chile, desde que el Tribunal Constitucional en 2012 echara abajo el sistema de reajuste que se aplicaba a los planes de salud de las isapres, se debate cómo enfrentar el vacío que dejó este fallo. Y por más que distintas instancias —creadas ad hoc algunas; otras, parte del aparataje del Estado— intentaran encontrar una solución, aún la lucha ideológica entre más Estado o más privados tiene paralizada la discusión y a la salud en la incertidumbre.
La administración de Sebastián Piñera intentó darle un norte al asunto, por lo cual convocó en su momento a un grupo de expertos que realizó una ambiciosa propuesta, de la cual se tomaron sólo algunos elementos para tramitar un proyecto de ley.
La iniciativa, finalmente, no pudo avanzar en el Congreso. Esto fue en parte por el inminente cambio de signo político del Ejecutivo, que se tradujo en que la entonces oposición prefirió dilatar el debate para analizar cambios más radicales al modelo de salud chileno en la nueva presidencia.
Este nuevo gobierno de Bachelet repitió la fórmula de la comisión. Pero esta vez no fue necesario esperar el trabajo final del grupo para que surgieran los disensos: en la edición de ayer, dos comisionados, representantes del mundo privado, desclasificaron cómo se guió el trabajo del grupo y el espacio casi nulo que se otorgó a aquellas propuestas que no calzaran con la idea de un Estado más fuerte en el tema de la salud. La idea preconcebida del tema y la falta de flexibilidad provocó finalmente la renuncia de ambos comisionados.
La propuesta final se entregó ayer y es un insumo clave para que el Gobierno formule los planteamientos de cambio en la salud que, al menos en el papel, contarán con la adhesión y el respaldo suficiente de los parlamentarios de la Nueva Mayoría para materializar las modificaciones pertinentes.
Nadie puede negar que el sistema de isapres ha llegado a un punto donde las reformas son la única manera de garantizar su supervivencia, pero es lamentable que una discusión como ésta suceda en un tono bipolar, donde los márgenes para un acuerdo técnico y sensato se reducen incluso antes de que el proyecto de reforma sea enviado al Parlamento.
En el eje de discusión del financiamiento de la salud, que se redujo a una decisión entre más participación del Estado o más aportes privados —por la orientación del debate de la comisión, el signo del Gobierno y el de las mayorías parlamentarias que lo sustentan—, es anticipable que sea una propuesta más bien polarizada, inclinada hacia fórmulas estatistas, poniendo así fin a años de indefinición. El tiempo dirá si resulta una real solución o, como alertaron los autoexcluidos comisionados del mundo privado, estaríamos ante una especie de “Transalud”.