El caso del embajador Contreras
Por Sergio Muñoz Riveros
“Contreras salvó su puesto por ser miembro del comité central del PC”.
Por Sergio Muñoz Riveros
¿Qué consideraciones hizo la Presidenta Bachelet al ratificar al embajador Eduardo Contreras en su cargo, cuando todo aconsejaba removerlo? Tiene que haber sopesado el daño que el incidente podía causar a sus facultades de Jefa de Estado, responsable de la conducción de las relaciones internacionales, pero parece haber primado en su decisión el deseo de evitar una crisis de confianza con el PC. Más que eso: su voluntad de demostrar que no se equivocó al incorporarlo al Gobierno.
¿Habría sido igualmente comprensiva con un embajador perteneciente a otro partido que hubiera cometido una falta equivalente? A lo mejor no. Se puede decir, por lo tanto, que Contreras salvó su puesto por ser miembro del comité central del PC.
Quizás la Presidenta siente desazón ante la posibilidad de ser juzgada negativamente por la izquierda castrista y chavista del continente. Tal vez imaginó que esos sectores interpretarían la eventual marginación de un embajador comunista de su gobierno como una decisión de dar la espalda a los revolucionarios. Si a ello se agrega que Contreras es el abogado que presentó la primera querella contra Pinochet, las simplificaciones oportunistas no habrían demorado en extenderse. ¿Intimidación moral? Algo como eso.
En rigor, los dichos de Contreras no son tan diferentes a los de otros dirigentes del PC: la transición no fue como debía ser, los gobiernos concertacionistas no realizaron cambios profundos, la DC apoyó el golpe, la “derecha empresarial” actúa contra Bachelet igual que contra Allende, etc. Incluso respecto de los bombazos, Guillermo Teillier, jefe del PC, dijo el domingo 19 en TVN que “la ultraderecha podría estar metida en los atentados explosivos, como los ocurridos en el Metro”.
Esta es la primera vez que la gestión de la Presidenta sufre el impacto directo de la visión política e ideológica que caracteriza al PC, y que ningún programa de gobierno puede disimular. Si faltaban antecedentes sobre las diferencias de fondo que existen dentro de la Nueva Mayoría, este episodio los completó.
Contreras pidió perdón a los empresarios y a la DC ante los periodistas reunidos en un salón de la Cancillería. Se trató de un acto sin precedentes. ¿Fue una exigencia del Canciller Muñoz? ¿Fue una instrucción del PC? En cualquier caso, Contreras no merecía pasar por tal humillación.
La Presidenta, al igual que sus antecesores, ha defendido la necesidad de sostener políticas de Estado en el ámbito de las relaciones internacionales. Esa línea ha quedado en entredicho. De partida, la credibilidad del representante de Chile en Uruguay ha quedado a maltraer.
¿Balance de todo esto? Solo pérdidas. No quedó bien parado el Canciller. Y lo peor es que la autoridad de la Presidenta sufrió un grave menoscabo.