El problema de expectativas
“El cambio no lo impulsa el Gobierno. Más bien, intenta guiarlo”.
Por Guillermo Larraín
El bajo crecimiento de 2014 y las moderadas proyecciones para 2015 tienen en común, según analistas, que las expectativas son malas. Nadie dice por qué mecanismo afectan el crecimiento.
El componente internacional es innegable: el FMI reconoció que sus proyecciones han sobreestimado el crecimiento real. Los precios financieros sugieren una recuperación que nadie cree. China se desacelera y Alemania flirtea con la recesión. Latinoamérica se desaceleró y, en el segundo trimestre, Chile es el que más crece después de Colombia.
Chile puede más, pues hay un problema de expectativas. La hipótesis de algunos es que la desaceleración se explica por las reformas, y habría que detenerlas —sobre todo la laboral— para que las expectativas cambien y se retome el crecimiento.
No es tan fácil. La naturaleza del problema tiene al menos cinco elementos: desde el “esperar y ver” que acompañó a la reforma tributaria, incertidumbre respecto de los partidos de derecha, preocupación por el descrédito empresarial producto de diversos escándalos, manipulación por parte de grupos de intereses de ciertos eslóganes como “fin al lucro” y, el que engloba todos los demás, es que Chile vive un cambio de paradigma en el sentido de Kuhn.
El cambio no lo impulsa el Gobierno. Más bien, intenta guiarlo. La sociedad cambió: las comunidades no aceptan cualquier solución, los consumidores son más exigentes, las autoridades más incisivas, los trabajadores quieren un nuevo trato, los estudiantes igualdad de oportunidades, los electores transparencia.
Los empresarios miran el futuro desde el paradigma actual y estructuran respuestas basadas en él. Pero al cambiar el paradigma, esas respuestas hacen menos sentido o parecen desesperadas, como quedó claro con las últimas declaraciones del timonel de la CPC. Argumentar que falta mercado en educación es hoy una respuesta no creíble. Además, en el antiguo paradigma había preguntas irrelevantes que en el nuevo cobran importancia, como la segregación del sistema educacional.
Hay una disonancia entre lo propuesto por empresarios y cómo el Gobierno visualiza la solución: los empresarios hablan desde el antiguo paradigma; el Ejecutivo, no linealmente y con contradicciones, desde el nuevo.
Al pensar que este proceso es inducido por el Gobierno y no guiado por él, los empresarios miran las soluciones como amenazas. Pero si la fuerza motriz es que la sociedad chilena cambió y demanda cosas que antes le despreocupaban, las soluciones gubernamentales debieran tranquilizar a muchos inversionistas. El manejo de expectativas pasa por explicar el nuevo escenario y la transición. El crecimiento es compatible con el nuevo paradigma.