Imprudencia diplomática
“Vuelve el cuestionamiento a la designación de embajadores ‘políticos’ en desmedro de los de carrera”.
Por Cristina Bitar
La decisión de mantener en su puesto al embajador de Chile en Uruguay es un error, si se mira el interés nacional y el de nuestra Cancillería. El representante de Chile cometió un error imperdonable al emitir declaraciones, ante un medio de comunicación uruguayo, que no representan al Estado y que atribuyen nada menos que conductas terroristas a personas que serían parte de la oposición. Es obvio que no existe antecedente alguno que lo respalde.
El embajador queda debilitado, al punto que la eficacia de su gestión está irremediablemente dañada. ¿Cómo podrá recibir a una delegación de parlamentarios integrada por diputados o senadores de derecha? ¿Cómo podrá apoyar cualquier esfuerzo de empresarios chilenos en Uruguay? ¿De qué manera será percibido en adelante por el gobierno uruguayo y los distintos sectores de influencia en ese país? Evidentemente, como un embajador poco confiable, cuestionado por parte de la propia coalición de gobierno chilena y sin interlocución con el mundo empresarial de nuestro país.
Tanto o más grave es que la propia Cancillería sale debilitada de este episodio, pues aparece subordinada a los equilibrios políticos de la Nueva Mayoría, lo que merma la imagen nacional e internacional de autoridad del canciller y de la propia Presidenta. Aunque el ministro Muñoz manifestó que la decisión de confirmar al embajador Contreras no generaba precedente, es inevitable que lo genere. Ese es un efecto de hecho que se produce por sí mismo. No es anulable por la mera voluntad. Si se le hubiera pedido la renuncia, se habría asentado un precedente; al no hacerlo, se produjo el otro. Así de simple.
Este episodio vuelve a instalar el cuestionamiento a la designación de embajadores “políticos” en desmedro de la carrera profesional. Es verdaderamente impensable que un embajador formado en nuestro servicio exterior con 30 años de experiencia pudiera cometer un desaguisado de este tamaño. Ningún país prescinde de políticos experimentados para embajadas sensibles, pero una vez más queda demostrado que no se puede incorporar a las embajadas en el cuoteo político de la coalición gobernante, cualquiera ésta sea.
El abogado Eduardo Contreras tiene una trayectoria profesional muy respetable, pero en un ámbito que nada tiene que ver con la diplomacia: su nombramiento tuvo que ver con equilibrios partidistas. Su error será caro para el país, y mantenerlo en el cargo incrementa el costo. Él mismo yerra al no renunciar por propia iniciativa, puesto que cualquiera puede equivocarse, pero él debiera ser el primero en pensar en el interés de su país. A fin de cuentas, en eso consiste ser un verdadero embajador.