La nueva mediocridad diplomática
“El aún embajador ha sido expuesto como alguien que no dudó en faltar a la verdad con tal de defender su puesto”.
Por Gonzalo Müller
Un embajador deslenguado ha puesto en problemas el liderazgo y la autonomía que en materia de relaciones internacionales deben tener la Presidenta y su Canciller. Sólo las presiones de la Democracia Cristiana habían hecho que fuera citado por el ministro a su despacho para este lunes, pero presiones, ahora del Partido Comunista, hicieron que esto ni siquiera llegara a ocurrir, y que sólo con un breve comunicado pidiendo perdón se lo confirmara en su cargo.
El daño a la imagen de Chile producido por las declaraciones y la posterior conducta del embajador Contreras es tremendo. Recordemos sólo que sus primeras explicaciones fueron desmentidas como falsas por el mismo diario que publicó la entrevista. Así, el aún embajador y representante de los chilenos ante Uruguay ha sido expuesto como alguien que no dudó en faltar a la verdad con tal de defender su puesto. Qué credibilidad puede tener hoy este representante, es hoy una pregunta de la que ni el Gobierno ni el Canciller han querido hacerse cargo con seriedad.
El Canciller Heraldo Muñoz es reconocido por ser un profundo defensor del profesionalismo y rigor en materia de relaciones internacionales, pero en esto ha sufrido un golpe importante, al ver disminuida su autoridad frente a un embajador bajo su cargo, que hace declaraciones que en nada condicen con la línea oficial del Gobierno y de su ministerio. Este simple hecho debiera haber sido razón suficiente para que se sancionara a este diplomático, quien no actuó como el representante de todos los chilenos, sino sólo de su partido. El desarrollo de los hechos sólo ha demostrado que no primaron los criterios tradicionales de la Cancillería frente a situaciones de esta misma naturaleza, y que únicamente el hecho de la militancia comunista del embajador Contreras habría sido suficiente para salvarlo de su merecida destitución.
Esta decisión constituye un profundo error del Gobierno, que pareciera no entender las consecuencias de su actuar, porque sienta un mal precedente para todos los partidos de la Nueva Mayoría, los que saben, a partir de ahora, qué hacer frente al cuestionamiento de cualquiera de sus militantes que cumplen roles en la administración del Estado.
Una nueva mediocridad parece inundar y nublar la voluntad de la autoridad, cuando no se valoran los hechos en su propio merito, y son otras consideraciones ajenas al caso, como la relación del Partido Comunista con el Gobierno, las que hacen que estas decisiones se alejen del sentido común ciudadano para subyugarse al pequeño juego de los intereses políticos. Es peligroso el camino donde, a los intereses del país y su imagen internacional, se anteponen los de un partido político que prefiere defender a su militante, sin pensar en el daño que esto le hace a Chile.