Muro y vodka
Señor Director: Me parecen lamentables los comentarios vertidos en la columna “Un vodka, por favor”, a propósito del seminario organizado por la fundación Avanza Chile sobre los 25 años de la caída del Muro de Berlín. El encuentro, liderado por el ex Presidente Sebastián Piñera y en el cual tuve el privilegio de compartir mi […]
Señor Director:
Me parecen lamentables los comentarios vertidos en la columna “Un vodka, por favor”, a propósito del seminario organizado por la fundación Avanza Chile sobre los 25 años de la caída del Muro de Berlín. El encuentro, liderado por el ex Presidente Sebastián Piñera y en el cual tuve el privilegio de compartir mi experiencia detrás del muro, contó además con la participación del destacado escritor y Premio Cervantes Jorge Edwards y de una de las figuras más promisorias de la oposición venezolana, el alcalde de Chacao, Ramón Muchacho.
La reflexión a la que se nos convocó fue, además de profunda, una de las más oportunas y necesarias que se hayan desarrollado en el último tiempo. En primer lugar, porque la caída del Muro de Berlín constituye una de las epopeyas de la libertad del siglo XX, que gatilló el fin de la Unión Soviética, uno de los regímenes más sangrientos y perversos conocidos por la humanidad, y supuso el término de los socialismos reales y la Guerra Fría. En segundo lugar, porque el muro nos toca muy de cerca como país.
Gran parte del exilio chileno, que combatía en ese entonces la dictadura militar, vivió y justificó el régimen comunista liderado por Erich Honecker y, a 25 años de distancia, aún no hace una genuina autocrítica por esta evidente e insostenible contradicción. Y finalmente, porque hoy se observan algunos rebrotes ideológicos en ciertos sectores de la coalición de Gobierno, que ponen en cuestión los fundamentos de las libertades que sustentan el modelo de desarrollo chileno, que tanto progreso ha generado en los últimos 30 años.
Es por ello que creo que lo único extemporáneo son los análisis políticos planteados en la columna. Y si algunos prefieren tomar un vodka bien helado antes que reflexionar sobre el “muro de la vergüenza”, que costó la vida de cientos y las libertades de millones durante casi tres décadas, allá ellos.
Roberto Ampuero