Peña, Mendoza y Kant
Por Fernando Balcells
“El argumento de Carlos Peña para separar lo público de lo privado obliga a distinguir al columnista del rector de universidad privada”.
Por Fernando Balcells
El argumento de Carlos Peña para separar lo público de lo privado obliga a distinguir al columnista del rector de universidad privada. Y, en el rector, a separar entre el guardián de un margen razonable de rentabilidad y el experto en educación que defiende la enseñanza pública. Ninguno es más verdadero que el otro. Lo interesante es tratar de entender el modo en que se entrelazan, oponiéndose, sin traicionarse y complementándose la concurrencia de todos en la identidad de una firma.
Lo que propone Peña es una distinción intrigante entre lo “privado publicitado” y lo “público secreto”. Acogiéndose a Kant, hay aquí una sugerencia contradictoria. El ejercicio de una representación institucional es llamada ‘privada’, y la expresión de una opinión personal es llamada pública. Lo público aparece aquí como socialmente intrascendente, y lo privado, como lo estatalmente eficaz. La ironía de la clasificación está en que lo público es aquello que se le oculta al público, y lo privado aquello que se le muestra. Parece haber un sesgo secretista y autoritario que emerge de lo profundo de las instituciones políticas, y que Carlos Peña rescata a través de Kant.
¿Tiene derecho Ramiro Mendoza, el contralor, a entregar opiniones críticas? Por supuesto que lo tiene, es refrescante que las manifieste y sin duda no tendrían el mismo valor sin la confusión de investiduras que ha desencadenado la polémica. Pero para tener ese derecho no se necesita separar sus opiniones privadas de sus opiniones públicas; al contrario, se necesita que se ejerzan ambas ante el público, y no sólo en la familiaridad, donde efectivamente los expertos privados y los funcionarios públicos usan el mismo cuerpo. No nos hace mal transparentar las diferencias entre escenarios, guiones y personajes para acceder a claves importantes sobre el espíritu que anima la actuación de la Contraloría.
Lo que esta intervención rompe es la solidaridad de apariencia monolítica entre los órganos del Estado. Redescubre su carácter heterogéneo, su historia geológica y su fragmentación. Los contrasta con un centralismo pasado de época y una separación desvirtuada y engañadora entre lo personal y lo funcional; lo que es propio de un sujeto y aquello que lo sujeta.