Penta y sentido común
“Enrique Correa y Juan Carvajal aceptaron asesorar a Penta y han contribuido a la edificación de un nefasto sentido común”.
Por Alfredo Joignant
Siempre hemos sabido que la relación entre dinero y política es tan perniciosa como peligrosa. Al no existir límites y controles eficaces del poder económico, es el principio de soberanía popular el que se encontraría vulnerado. Es cierto, aún estamos lejos de tal vulneración, aunque los signos de uso tiránico del dinero son notorios, entendiendo por tiranía (en el sentido de Walzer en “Esferas de la justicia”) a formas de intrusión que desbordan fronteras y violan significados (como la soberanía popular).
Bien podría ser que hoy nos encontremos en el umbral del sentido común que precede una situación de tiranía.
Es reiterativa la frase alegremente amplificada por los medios de comunicación según la cual situaciones de financiamiento reservado (y legal) de origen empresarial, potencialmente tiránico, afectarían a todos. ¿Qué se quiere decir con esto? ¿Cómo armonizar esta lapidaria afirmación con la realidad de los aportes empresariales reservados de los que el Servel tuvo constancia, que con ocasión de la última elección general se originaron en casi su totalidad en 300 empresas, beneficiando al 20% de todas las candidaturas de un total de 1.919 postulaciones a algún cargo de elección popular? Es esta contorsión del 20% transformado en un todo igualitario, constitutivo de un sentido común, lo que irrita.
Es a la edificación de ese sentido común a la que han contribuido Enrique Correa y Juan Carvajal, provenientes de la Nueva Mayoría, que aceptaron asesorar al grupo Penta en el contexto de un escándalo tributario aún en curso. Se trata de una contribución socialmente relevante, puesto que se refiere al proceso de sedimentación de creencias que, de volverse cultura, son muy difíciles de modificar.
¿Es aceptable que personas que alegan disponer de poder de influencia en la coalición gubernamental asesoren al mismo tiempo, y a partir de intereses individuales, en un caso que posee aristas políticas? No. ¿Por qué? No sólo por evidentes razones de ética y estética política (no es posible lidiar con Dios y el diablo al mismo tiempo). Más profunda y radicalmente, porque en este caso Correa y Carvajal participan de la construcción de un nefasto sentido común, proporcionando verosimilitud al juicio de que “todos son iguales y se benefician por igual”, etapa anterior al “que se vayan todos”.
Alguna razón habrá para que el proyecto político colectivo al que, se supone, adhieren estos dos asesores del grupo Penta sea sacrificado en nombre de intereses personales. Esta extraña situación, como la injusticia según Jonathan Franzen en “Libertad”, tiene muy mal sabor.