Presos y lectura
Señor Director: Recientemente, 10 diputados han propuesto reducir las penas a reos que cumplan reclusión efectiva, a cambio de la lectura de libros, rebajando 4 días por libro leído. En América, las prisiones como institución fueron introducidas en 1787 en la ciudad de Filadelfia, imponiendo un sistema de completo aislamiento, cuyo objetivo (al estilo “Naranja […]
Señor Director:
Recientemente, 10 diputados han propuesto reducir las penas a reos que cumplan reclusión efectiva, a cambio de la lectura de libros, rebajando 4 días por libro leído.
En América, las prisiones como institución fueron introducidas en 1787 en la ciudad de Filadelfia, imponiendo un sistema de completo aislamiento, cuyo objetivo (al estilo “Naranja Mecánica”) era que los presos se contactaran con su mundo interior a través de la lectura de la Biblia para arrepentirse de sus pecados, empresa que evidentemente fue un fracaso.
En Grecia los anárquicos no sólo leen sino que escriben, y en Europa sucede lo mismo con los presos yihadistas o de la ETA. En Noruega el propio Anders Behring, que asesinó el 2011 a 76 personas, lee 5 o 6 libros al mes. En Chile, el psicópata de alto hospicio, Julio Pérez Silva, se distrae leyendo, y al igual que el psicópata del pincel, Antonio Carvajal Valdivieso. Roberto Martínez Vásquez, “el Tila”, estaba obsesionado con la lectura y se ahorcó con el cable de la máquina con que escribía una novela.
La solución no está en los libros ni la reclusión perpetua, sino en identificar a los más graves y crónicos, para mantenerlos en prisión.
Mauricio Valdivia Devia
Grupo de Estudios Avanzados en Violencia, U. de Barcelona