Soy abuelo de Nicolás
Por Fernando Balcells
“La homosexualidad como la raza, no se contagia en los libros”.
Por Fernando Balcells
Nicolás acaba de cumplir dos años. Comparte parlamentos largos, inventa chistes, intenta hacer trucos de magia y le gusta barrer. Está empezando a ir al jardín infantil y es copuchento. Que yo diga que es un niño maravilloso no es de extrañar. Es mi nieto. Sé que en algún momento va a tener que enfrentar los miedos y la hostilidad de una parte de la comunidad en la que vive. Una sociedad que prefiere ocultar las diferencias para no ver lo que le desagrada.
Sólo tengo una cosa que decir de la inclinación sexual de sus padres: que afortunadamente han podido construirse una vida sana, amorosa y relativamente abierta. Es de esperar que el AVP les permita vivir en un ambiente menos agresivo y sin la obligación de esconderse.
El libro que se discute en estos días, “Nicolás tiene dos papás”, es de una sobriedad rayana en la fomedad. No discute las creencias de nadie, no promueve el matrimonio homosexual ni favorece un debate sobre las nuevas formas de familia que coexisten en Chile. Lo único que hace es poner a disposición de los educadores un recurso pedagógico para mostrar una situación familiar que existe y que merece dignidad. La homosexualidad como la raza, no se contagia en los libros.
Los que se oponen su publicación y distribución en el sistema público lo presentan como la imposición de una creencia y la humillación de otras: “Yo no quiero algo así para mis niños”, dice una madre. Bueno, yo tampoco quiero algo así para mi nieto.
No lo quiero racista ni sexista, no quiero que se le excluya ni que se le impongan creencias extrañas, ni quiero que en su nombre se violenten las creencias de alguien. Informar sobre la existencia de familias con padres o madres del mismo sexo no constituye una intervención en las creencias ni en la libertad de nadie, sino un acto de información y protección de la convivencia. Entre la información y el proselitismo que busca imponer una visión sesgada hay una diferencia que no está puesta en juego en este libro. Estamos atrasados en materia de transparencia y, por lo tanto, de tolerancia y acceso igualitario a la libertad. Precisamos terminar con el culto a la clandestinidad que nos lleva a tolerarlo todo, siempre que no se muestre.
No queremos un Estado neutral ante la delincuencia, en la defensa de la libre competencia, ante el racismo o la ignorancia. Tenemos que agradecer este libro y esperar que sea el primero de muchos que contribuyan a la educación de la diversidad en la convivencia.