Velasco y el manejo de crisis
Por Camilo Feres
“Las declaraciones del velasquismo sólo han contribuido a ahondar el impacto”.
Por Camilo Feres
Lo esencial en el manejo de una crisis es identificar dónde se genera el mayor daño para mitigar sus efectos, y construir una estrategia para que no se sigan profundizando los costos. Poco o nada de ello han logrado Andrés Velasco y su entorno cercano en lo que toca a hacerle frente a la esquirla del Caso Penta.
Dejando de lado la fuga inicial del candidato y el silencio que la sucedió —que podría haber sido una buena forma de preparar una defensa, en caso de haber tenido un diagnóstico adecuado del problema—, las declaraciones y postura actual del velasquismo sólo han contribuido a ahondar el impacto de la crisis.
Desde la poco afortunada denominación de “actividades privadas entre amigos” con la que Rafael Guilisasti se refirió a la forma en la que financian mensualmente a Velasco un conjunto de empresarios, hasta la más frontal teoría del “castigo al disenso con el Gobierno” que levantó Juan José Santa Cruz, sólo se ha acentuado la tendencia al “pataleo de ahogado”.
Probablemente la defensa del “candidato a candidato” se ha erigido desde una genuina sensación de persecución. Velasco no sería el primer político que sufre del egocentrismo necesario para identificar en cada aleteo de mariposa un saludo o insulto contra su persona; una actitud que, condimentada con la perplejidad de quien viste siempre a la moda y se descubre desnudo de pronto, genera un estado de asombro imposible de disimular.
Pero incluso si la teoría de la conspiración desde La Moneda fuera cierta (que, dicho sea de paso, pierde bastante verosimilitud con la aparición de un ministro entre los primeros apuntados), estructurar una defensa en la mera instalación de esa sospecha, condimentada con una velada amenaza de desvestir a todos si no se pone freno al asunto, supone creer que existe un actor capaz de controlar un escándalo multifactorial con la sola invocación de la voluntad. Pero la estrategia de control de crisis de Velasco no sólo peca de ingenuidad, sino que además se ha construido de modo que sólo ha profundizado la herida que el Caso Penta le propinó a su imagen.
Porque si hay un estigma del que Velasco se ha querido sacudir desde que inició su asedio a La Moneda es ser el candidato de los empresarios, y el sueño húmedo del votante de Vitacura. Y aunque el caso lo golpeaba tangencialmente, la estrategia lo ha expuesto precisamente ahí. Su postura en torno al “Pentagate” se ha desplegado en base a un elitismo impropio para los tiempos y ha remado junto al sector del que precisamente ha intentado desmarcarse.
El mismo que tiempo atrás celebraba como prueba de blancura una encuesta que lo mostraba como opción competitiva entre la centroizquierda, es hoy un perseguido más de las hordas del neomayorismo, y comparte escena con la UDI y los grandes grupos empresariales en su lucha contra el Gobierno, la Fiscalía y el SII.
Posiblemente Velasco conozca bien el dicho gringo sobre poner la boca donde se ponen las lucas. El problema es que son las lucas las que han puesto las palabras.