DC: relaciones peligrosas
“Pedirle a la DC que abandone su posición en educación es como pedirle a la izquierda que abandone su relación con el mundo sindical”.
La izquierda y la democracia cristiana chilenas han formado una sociedad marcada por los desencuentros, los reencuentros y también la coincidencia en muchos aspectos de sus respectivos proyectos. La situación que viven hoy está marcada por fuertes tensiones y ha llegado a convertirse en una relación peligrosa.
La frase que mejor define la posición de la DC es la de Radomiro Tomic: “Cuando se gana con la derecha, la derecha es la que gana”, marcando que la vocación del falangismo es de centroizquierda. Muchas veces la derecha ha pensado que eso puede cambiar y ha anhelado el momento en que el partido, desgranado del tronco conservador, separe aguas con la izquierda. Así ocurrió en los tumultuosos años del gobierno de Allende, pero ese paréntesis no fue más que eso: una breve anomalía, que para la izquierda es como esas fracturas antiguas que cada cierto tiempo, con el frío, vuelven a doler.
Hoy las diferencias han vuelto a emerger y marcan la tensión en una Nueva Mayoría que, como si fuera un coro, no logra definir un tono común, pues en la nota de la izquierda la DC desafina y viceversa. Es claro que la falange se sentía cómoda en la Concertación, pero hoy no está a gusto. Las dos grandes reformas tramitadas hasta ahora han marcado sus desacuerdos; la educacional con más profundidad que la tributaria.
Es lógico que así sea. Si hay un aspecto en que la raíz cristiana de la DC es insoslayable es la libertad de enseñanza, esa vieja tensión entre la educación laica (estatal) y la religiosa (privada), que fue esencial en la definición de las corrientes políticas chilenas en el siglo XIX y comienzos del XX. Pedirle a la DC que abandone su posición en materia de educación es equivalente a pedirle a la izquierda que abandone su relación con el mundo sindical.
Mucho se juega en esta tensión. El PC lo entiende y ejerce una presión brutal, que desplaza el punto de equilibrio posible, sin romper el pacto. La DC, por su parte, se debate entre su vocación de centro cristiano y su pertenencia a una alianza a la que está condenada, porque después de su historia en los últimos 40 años no hay destino para ella fuera de la Nueva Mayoría. Todos lo saben y actúan en consecuencia.
El escenario no es bueno para la DC y sabe que su única puerta de salida es la reforma al sistema electoral. Un sistema proporcional le permitiría defender sus posiciones y renegociar cada cuatro años las condiciones de su permanencia en el pacto. Pero mientras ello no suceda, seguirá planteando desafíos y manteniendo la tortuosa relación con una izquierda que todavía la necesita y la valora. En ese orden.