El mercado de la caridad
Por Fernando Balcells
“Si aceptamos ganancia empresarial en la caridad, una contabilidad pública es necesaria”.
Por Fernando Balcells
Los sistemas que tenemos para encauzar y administrar la generosidad tienen distorsiones que es conveniente corregir. Hace un par de años me tocó hacer los trámites del entierro de una persona querida. Sin pensarlo, recurrí al Hogar de Cristo. Después supe que el Hogar de Cristo había vendido la funeraria a una empresa norteamericana. Me sentí defraudado. En el redondeo de los vueltos en supermercados, el dueño de la donación no es el donante, sino el intermediario. El recaudador es quien decide a qué institución se destinarán los dineros y aprovecha los rendimientos de imagen y los intereses de los excedentes de caja.
Como muchas otras transacciones, la caridad está regulada por derechos adquiridos y tejidos invisibles que transforman esos derechos en privilegios económicos. No hemos estado dispuestos a admitir que la caridad es un caso de intercambio de mercado y de competencia imperfecta. Entre el Hogar de Cristo, la Fundación Techo y la Teletón se concentra una parte inconmensurable del mercado de los aportes solidarios. Existen cientos de fundaciones meritorias desconocidas. Sería interesante un balance público de las donaciones y sus destinos.
Hay una deuda de nivelación y de información del Estado a la ciudadanía en relación con la caridad institucional. Lejos de romper con la magia de la donación, un ambiente de libre competencia, de alta transparencia y de responsabilidad ciudadana puede fortalecer la determinación solidaria. La economía de la donación no es el opuesto de la transacción mercantil ni del gasto público, sino que su expansión y complemento. Gratis, pagado y financiado por el Estado, son formas complementarias de relación social.
La Teletón no es sólo un acto de amor, es además un acto de justicia. Y contrariamente a lo que pudiera pensarse, ese suplemento es lo que arriesga degradarla. En ese agregado, el gesto de dar se desprende de la gratuidad y se interna en el cálculo de lo que recibo a cambio.
La Teletón es la mezcla eficaz del amor de las personas y la rentabilización de ese amor por parte de las empresas. Si aceptamos la legitimidad de una ganancia empresarial en la caridad y su mezcla con la entrega desinteresada, una contabilidad transparente y pública es necesaria. Esa cuenta debe despejar toda duda y arrojar un balance que muestre el aporte de cada sector —empresas, Estado y personas— en el esfuerzo común. El debate público es imprescindible. Cuando la mano izquierda ignora lo que hace la derecha estamos fuera de la contabilidad y de toda justicia; entramos en el terreno del amor y del delito.
La caridad personal es anárquica. Obedece al amor y no a la justicia. Es un espacio ganado por la vida en contra de la razón de Estado. Ganado por el amor y la micropolítica en contra de la justicia de Estado. Es una priorización ciudadana del uso de recursos excedentes. Y no es el éxito cuantitativo, sino que es la gente la que legitima a la Teletón.