John O’Reilly
Señor Director: Después de la benevolencia mostrada por el Tribunal Oral Penal en la sentencia condenatoria sin cárcel para el sacerdote John O’Reilly, parecía obvio que éste se iba a conformar y acabaría renunciando a la posibilidad de pedir la nulidad del juicio y la realización de uno nuevo ante otro tribunal. La opción contraria […]
Señor Director:
Después de la benevolencia mostrada por el Tribunal Oral Penal en la sentencia condenatoria sin cárcel para el sacerdote John O’Reilly, parecía obvio que éste se iba a conformar y acabaría renunciando a la posibilidad de pedir la nulidad del juicio y la realización de uno nuevo ante otro tribunal. La opción contraria sólo habría mostrado arrogancia, torpeza y temeridad de parte del condenado, ante la clara posibilidad de terminar tras las rejas.
Por eso, lo sorprendente en la decisión de O’Reilly no es la conformidad del condenado con la sentencia que le otorga la libertad vigilada, sino el hecho de que pese a la prudencia y sensatez de tal renuncia ella se dé a contrapelo y que el condenado —que renunció en su momento a su derecho a defenderse en el juicio y prefirió permanecer callado— rehúse ahora a mantener un discreto silencio, persista en vocear su inocencia y se permita descalificar a la justicia chilena, al afirmar que no le garantiza un debido proceso. Con ello demuestra la arrogancia, torpeza y temeridad de las que parecía estar libre.
Si Chile es un país serio, debiera retirarle la nacionalidad a un personaje tan mal agradecido.
Rafael Enrique Cárdenas Ortega