La necesaria honestidad de Camus
Por Luis Cordero Vega
“La generación de empresarios que logro su éxito con la vuelta a la democracia asumió que los abusos y las malas prácticas eran un riesgo necesario”.
Por Luis Cordero Vega
En una entrevista reciente, Juan Andrés Camus, presidente de la Bolsa de Comercio de Santiago, realizó confesiones que a varios sorprendieron. Sostuvo que muchos empresarios se “creyeron el cuento”, que bastantes han jugado con el éxito y no se han detenido en sus acciones, que a muchos “les gano la codicia” y que su generación fue heredera de varias “malas prácticas”. Parte de su solución, contra todo pronóstico, sería penalizar con cárcel a los que utilicen el engaño.
Las declaraciones de Camus fueron consideradas por algunos como un exceso de honestidad e innecesarias en este momento, en que se discuten reformas que afectan al sector privado. Otros las considerarán insuficientes, porque son tardías para mitigar los daños provocados, pero necesarias, en un contexto en donde la sociedad chilena comenzó a discutir, sin eufemismos, las consecuencias de los abusos.
La generación de Camus es aquella que logró su éxito económico con la vuelta a la democracia y se vio beneficiada, como lo ha sostenido recientemente Carlos Huneeus, por las políticas de los consensos de los 90, que pusieron énfasis en la estabilidad económica, y en donde la deliberación democrática quedó reducida a las opiniones de los expertos. Esa generación de empresarios, especialmente en los mercados financieros, legitimó sus acciones por el nivel de riqueza que generaba para el país, y asumió que los abusos y las malas prácticas eran una especie de riesgo necesario.
El fracaso de esa generación es no haber percibido que su éxito se hacía a costa de otros, que no necesariamente eran sus competidores en los mercados. Lo que sabemos hoy, con bastante claridad, es que los gustos de algunos ejecutivos y las malas prácticas de otros pueden llevar a consecuencias lamentables, no sólo a quienes compiten, sino que además a la comunidad en general. Esto se traduce no únicamente en pérdidas económicas, sino que también en pérdidas de confianza, uno de los valores esenciales que comparten para su funcionamiento la política, la democracia y los mercados.
¿Por qué importan las declaraciones de Camus? Porque de algún modo implican el reconocimiento de errores desde el cual es posible corregir los abusos del pasado, pero sobre todo para lograr cierta conciencia en los empresarios de que la sociedad de hoy no es la atemorizada del pasado, sino que una que simplemente demanda dignidad en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana y que ha decidido ocupar a la política, y no a la economía, como medio de satisfacción de esas demandas. Quizás esta conciencia pueda ser un buen inicio para recuperar las confianzas pérdidas.