Poesía, metro y técnica
Por Fernando Balcells
“El conflicto entre ciudadanos y expertos no es sobre el saber, sino sobre la jerarquía de los saberes”.
Por Fernando Balcells
Carlos Peña, poeta de la técnica, nos dice que “la condena de la modernidad es que la mano que hiere es la misma que cura”. Una proposición que vale por su belleza evocadora y que casi permite obviar su falsedad. Esa no es la presentación del técnico, sino la vívida imagen del Dios bíblico. La lucha de las iglesias en contra de las tecnocracias no es una lucha contra el error, sino una batalla por la verdadera representación de Dios. Y francamente, la teología del técnico-electricista no nos brinda ni consuelo ni esperanza.
El episodio dramático del viernes y el largo fracaso del Transantiago se pueden atribuir, no a la técnica, sino a la subordinación de la política a la técnica. No es que la tecnología sustituya a la experiencia, ni que ésta verse en contra de la técnica. Lo que se sustituye es la naturalización de la técnica a la política: lo elegible y conversable es reemplazado por lo que está dado y es incuestionable.
Nos dice Peña que problemas como éstos son parte del crecimiento. Es necesario confiar en los sistemas expertos que ni desplazan ni sustituyen, pero ponen en su lugar la deliberación en la ciudad. Efectivamente, la técnica “pone en su lugar” a la experiencia y a la deliberación ciudadana. Le aporta realidad y la restringe a actuar con pragmatismo. Sin embargo, el consenso democrático sitúa en la deliberación y la elección popular la capacidad de poner a la técnica en su lugar. Esta no es la vieja tensión de la autonomía de las esferas del conocimiento, de la economía o de la estética. Este es el punto de encuentro entre la ciudadanía, la técnica y la soberanía. Es una negociación muda de la soberanía que episodios como el Transantiago y otros escándalos hacen acceder al debate público.
No existe una oposición entre los discursos de la técnica y los de la poesía. Los distintos discursos de la técnica, la religiosidad o la naturaleza son construcciones poéticas e inclinaciones éticas que determinan diferentes alineamientos sociales, técnicos y políticos. Hay énfasis poéticos en el respeto a las personas y poéticas del respeto a la autoridad. Hay cuantificaciones de la inercia y hay invenciones sociales por cuantificar. Hay una estética de la simplificación y una mirada barroca de la complejidad. Hay economías de la austeridad y economías de la expansión. Hay una justicia de lo universal y un deber de justicia a lo particular. Hay acontecimientos inagotables por el conocimiento y traumáticos para la experiencia.
El conflicto entre ciudadanos y expertos no es una discusión sobre el saber, sino sobre la jerarquía de los saberes. Lo que está en juego es la organización de las dignidades (rangos) de distintos valores de convivencia. Tampoco se trata aquí de un asunto de confianza; “hay que confiar en el saber experto”, se nos dice. Pero de lo que se trata en el transporte público no es de confiar, sino de resignarse ante una realidad que se nos impone como una obligación, que no deja más espacio que el de la obediencia y el padecimiento. La poesía, inevitablemente, es siempre lo primero.