Sergio Melnick
Señor Director: Un auto chocado y una casa quemada han sido utilizados para referirse a un embarazo y al nacimiento de un niño o niña en nuestro país. Tan desafortunadas comparaciones no son más que un reflejo de Chile, el primer experimento neoliberal del mundo. No es posible seguir comprometiendo el bienestar y las condiciones […]
Señor Director:
Un auto chocado y una casa quemada han sido utilizados para referirse a un embarazo y al nacimiento de un niño o niña en nuestro país. Tan desafortunadas comparaciones no son más que un reflejo de Chile, el primer experimento neoliberal del mundo. No es posible seguir comprometiendo el bienestar y las condiciones de subsistencia de las mujeres de esta forma, ni menos considerar la reproducción social como una calamidad equiparable a una abolladura.
Estos argumentos fallan en su propia lógica. Nos interpelan preguntando: “¿Quién paga?”. En nuestro país, quienes han pagado este costo han sido todas las mujeres chilenas, porque se ha naturalizado que ellas deben ser las encargadas del cuidado.
Quienes emiten estas declaraciones olvidan preguntarse algo fundamental: “¿Qué se gana?”. Al menos, no más allá de entender que se tiene un hijo/a porque causa mayor utilidad, tal como si adquiriéramos una mascota. Sin embargo, las mascotas una vez que han sido criadas, no se educan, no trabajan ni tampoco se hacen cargo de cuidar a alguien más. Nuestros hijos e hijas, sí. La ganancia de cuidar a alguien es, por tanto, mayormente de toda la sociedad. Por tanto, tenemos una figura donde privatizamos las pérdidas en las mujeres y socializamos las ganancias a toda la sociedad. Es claro que la discusión va mucho más allá y, por cierto, las mujeres deben de dejar de pagar por ello.
Catalina de la Cruz P.
Socióloga