Un hito científico
“Considerar la misión Rosetta un fracaso evidenciaría cortedad de miras, pues ningún proyecto científico tiene garantía de éxito”.
El fin de semana trajo malas noticias para la misión Rosetta, cuya sonda espacial Philae logró el pasado 12 de noviembre la hazaña inédita de posarse sobre un cometa a más de 6.400 millones de kilómetros de la Tierra. Problemas derivados de su accidentado aterrizaje hicieron que la batería de la sonda se agotara antes de tiempo, por lo que el sábado ésta dejó de comunicarse con los científicos de la Agencia Espacial Europea que dirigen el proyecto, iniciado hace 25 años. Si bien hay esperanzas de que Philae esté ubicada sobre el cometa 67P de forma que le permita recargar sus paneles solares y retomar su misión de estudio, esa posibilidad es mínima.
Sería un final desafortunado para una expedición científica sin precedentes, tanto por la complejidad de su diseño y ejecución —esfuerzo conjunto de casi una veintena de países europeos—, como por la ambición de su objetivo. Sin embargo, considerarla un fracaso evidenciaría cortedad de miras, pues ningún proyecto científico, menos uno de esta envergadura, tiene garantía de éxito. Por el contrario, el camino metódico de ensayo y error —en el cual la suerte es siempre un factor imponderable, como se vio en este caso— es lo que define a la verdadera ciencia, que de esa manera impulsa el conocimiento hacia nuevas fronteras.
Desde luego, para llegar a este punto hubo primero que lograr lo que parecía imposible: que un artefacto humano viajara por el espacio durante 10 años para finalmente posarse sobre un cuerpo celeste que, además de estar a miles de millones de kilómetros de nuestro planeta, se desplaza a una velocidad de casi 65 mil kilómetros por hora. Conseguirlo requirió avances técnicos y teóricos en numerosas áreas, los que indudablemente darán frutos (o ya los han dado) en forma de nuevos descubrimientos y aplicaciones de diverso tipo —así como de desarrollo de capital humano y tecnológico—, más allá de cuál sea el destino de la sonda.
Empresas que buscan el conocimiento puro como ésta —o como el acelerador de partículas construido para comprobar la existencia del Bosón de Higgs— nos acercan a una mejor comprensión del Universo y de nuestro lugar en él, y a la vez suelen generar valiosas aplicaciones prácticas que los fundadores del proyecto original nunca imaginaron. Eso es lo que justifica el esfuerzo y el dinero que se invierten en la investigación científica de punta, y lo que debe inspirar que se sigan invirtiendo.