¡Vivan las utilidades!
Por Alfonso Andrés Swett
Por Alfonso Andrés Swett
La semana pasada, el ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes (en Alemania), hizo un contundente llamado a invertir más en Chile, afirmando que el 40% de la diferencia entre el PIB chileno y el de EE.UU. está explicado por las diferencias de inversión.
¿Y cómo recuperamos esa inversión? Para invertir en buenos proyectos, se requieren tres elementos fundamentales: confianza, acceso al mercado financiero y utilidades. Lamentablemente, la confianza está en niveles históricamente bajos (57% de los chilenos cree que la economía está estancada) y menos del 30% de las pymes tiene acceso al mercado financiero. Por lo tanto, hoy debemos concentrarnos en proteger, incentivar y prestigiar el concepto de las utilidades. Sin embargo, producto de la demonización irresponsable de la palabra lucro, de una mala reforma tributaria (en proceso y resultado) y de la desaceleración de la economía, las utilidades se encuentran en el purgatorio.
Debemos sacar a las utilidades de este purgatorio para aumentar nuestra inversión en Chile. El rol de las utilidades es reflejar el correcto funcionamiento de la empresa. Es decir, demuestran que los factores productivos han sido empleados en forma correcta y que las necesidades humanas han sido satisfechas de forma apropiada. Generar utilidades es generar bienes y servicios buenos. Generar utilidades es generar dignidad a las personas que las producen. En definitiva, hablar de utilidad de una empresa es hablar de bienestar y dignidad de una sociedad.
Las utilidades son la principal fuente de financiamiento de las inversiones de las empresas, para generar buenos bienes y servicios. Si usted le pregunta a un empresario del transporte de carga, le responderá que sus utilidades están en un nuevo camión. La gran mayoría de los empresarios no se llevan las utilidades para la casa, sino que las reinvierten en sus empresas. Lo que se llevan son los dividendos.
¿Cómo se mejoran las utilidades? Aquí no hay magia. Se necesitan más inversiones, más trabajadores, más innovación y tener un espíritu de colaboración y no de conflicto. Para mejorar las expectativas, partamos por valorar las utilidades y devolverles el prestigio.