¿Y dónde está el piloto?
Por Camilo Feres
“El aislado del debate político es precisamente el que ostenta mayor potestad”.
Por Camilo Feres
Aun cuando están en los sótanos de la valoración ciudadana, en estos días son varias las personalidades, grupos o gremios que han tocado la puerta de los partidos políticos en busca de orientación, defensa, cariño o consuelo. Lo han hecho ministros bajo amenaza —desde Gómez-Lobo a Rincón—, lo ha hecho la Iglesia y también los empresarios. Todos han tenido sus motivos. No todos han elegido a los mismos interlocutores, pero todos parecen hacerlo en respuesta a problemas con el mismo actor: el Gobierno.
Hay en esta tendencia al menos dos vertientes: la de actores cuya búsqueda de interlocución política con el Ejecutivo es percibida como insuficiente y la de miembros del Gabinete que cada mañana leen en la prensa que están mal evaluados, que serán intervenidos o que los temas, plazos y proyectos de sus carteras no les pertenecen. Ninguno de ellos encuentra un canal dentro del Ejecutivo para conducir sus aprensiones, dando forma a una relación cruzada transversalmente por la desconfianza y la incertidumbre.
Los efectos de este particular mecanismo de gestión política son complejos. Por una parte, carteras sectoriales que tienen la responsabilidad de lidiar con los distintos públicos y grupos de intereses afectados por sus agendas son despojadas de sus facultades y aparecen como insolventes para conducir las tareas que se les encomiendan. Por otra parte, las organizaciones o grupos que buscan exponer sus puntos de vista reciben señales erráticas sobre dónde o con quién deben conversar.
Curiosamente, dentro de un régimen político “hiperpresidencialista” como el chileno, que además avanza de manera sostenida a una variante personalista, el actor que está quedando aislado del debate político es precisamente el que ostenta mayor potestad. Y la contracara de este escenario es que cuando emerge un conflicto, aunque se trate de uno eminentemente sectorial, sus efectos se toman la agenda de La Moneda.
La última crisis de Metro ofrece un muy buen ejemplo de la situación descrita: ni de la empresa, ni del holding que la controla (el SEP), ni de la Intendencia, ni de las autoridades sectoriales hubo una respuesta oportuna. Al episodio le sobrevino confusión, intervención de la Presidenta y remoción de un responsable directo. Después aparecieron las filtraciones sobre mala evaluación del responsable político, los espaldarazos de sus camaradas y más leña al fuego de un cambio de gabinete, cuya oportunidad y profundidad sigue siendo un misterio. Así pasó en Educación, en Transportes, en Interior y en Cancillería. ¿Hasta cuándo?