Entre Navidad y crispación
Para Chile, donde vivimos creyentes de diversas religiones, indiferentes, agnósticos y ateos, diciembre sigue siendo un mes especial por la Navidad. Su carácter familiar invita a vivir en unión, a superar la crispación y acentuar la solidaridad para el que cree. Es Cristo el que cambia la realidad, ya que hermana a todos los hombres. […]
Para Chile, donde vivimos creyentes de diversas religiones, indiferentes, agnósticos y ateos, diciembre sigue siendo un mes especial por la Navidad. Su carácter familiar invita a vivir en unión, a superar la crispación y acentuar la solidaridad para el que cree. Es Cristo el que cambia la realidad, ya que hermana a todos los hombres.
También en diciembre es el fin del Mes de María y del Ocho, la Purísima, que ve llenarse los santuarios de fieles que van a agradecer y a pedir con confianza filial a la Madre de Jesús, a quien nuestros próceres juraron como Patrona de Chile.
Pero hay algo de malsano en el ambiente que se requiere desterrar. Hay agresividad, violencia callejera e inseguridad en poblaciones y diversos sectores de la ciudad. Por mucho que las autoridades lo nieguen, este clima se percibe. Cambios siempre se requieren. La seguridad social y cívica se puede mejorar. Como en Salud y Educación, se deben dar pasos en pos de la igualdad de oportunidades. Todo ello requiere reflexión, tiempo y maduración, y no desatar una seguidilla de transformaciones. Yo lo veo así en los diferentes ambientes donde me toca ejercer mi ministerio pastoral y educacional. Sería estar ciego no verlo y sordo para no oír el rumor de inseguridad y crispación. Las grandes transformaciones que hacen los países se hacen con calma, madurando y consultando a los diversos estamentos que conforman a la nación, donde todos han de manifestar su parecer. El grito de la calle y de las multitudes representa un sentir y una necesidad, pero también puede ser manipulado y pedir lo imposible. Ofrecer sin medida lo pedido es demagogia e inmoralidad.
Hay que pensar y actuar con realismo. Somos diferentes, pero todos conformamos a la nación chilena. Que haya justicia, paz y concordia; que se apacigüen los ánimos; que las autoridades sean prudentes; que diciembre nos traiga serenidad y paz. La esperanza y proyectos de vida que trae un niño a una familia para todos, creyentes o no, se podrán realizar en El Niño de Belén. Cuando nació, pobre y humilde hace más de 2.000 años, trajo la paz a la humanidad e inauguró una nueva forma de vivir en esperanza y amor.