¿Avanzará Cuba hacia la democracia?
Por Sergio Muñoz Riveros
“¿Resultará de todo esto una copia del modelo chino de mercado y dictadura? Nada está escrito”.
El acercamiento entre EE.UU. y Cuba está dejando atrás el agotado esquema de confrontación de la Guerra Fría y parece augurar una etapa de cooperación. No sólo eso. Podría contribuir también a crear condiciones para que, tras 56 años de dictadura, se produzca una apertura política en la isla. Si el régimen de Raúl Castro dialoga hoy con el hasta ayer enemigo irreconciliable, sería incomprensible que no dialogara con los propios cubanos para poner las bases de una convivencia en libertad.
EE.UU. debe levantar el embargo, por supuesto, pero incluso si ello no ocurriera por la obstrucción republicana en el Congreso, Obama está dispuesto a usar todas sus facultades para potenciar el intercambio y las relaciones constructivas con Cuba, lo que incluye apoyar a los inversionistas que ya se preparan para llevar sus capitales a la isla. ¿Resultará de todo esto una copia del modelo chino de mercado y dictadura? Nada está escrito. Todo dependerá de que los partidarios de la democratización sumen fuerzas suficientes y reciban aliento internacional. Lo concreto es que dentro de Cuba crece el anhelo de cambio: el miedo empieza a retroceder y muchas personas están tomando la palabra. Ejemplo de ello es el diario electrónico de Yoani Sánchez.
Es admirable la batalla librada por los grupos disidentes durante mucho tiempo, sin ninguna solidaridad en América Latina. Allí hay socialcristianos, liberales, ex comunistas, socialdemócratas, etc., que han sido discriminados, hostigados, encarcelados, y aun así no han dejado de luchar para que los cubanos vuelvan a ser ciudadanos. En diciembre, se reunió en La Habana una treintena de ellos en el llamado Espacio de la Sociedad Civil, y reclamaron la libertad de los presos políticos, el respeto de los DD.HH. y una reforma constitucional que garantice “el ejercicio del pluralismo político como base para la realización de elecciones libres, democráticas y competitivas”.
El poder real en Cuba no es el Partido Comunista, sino los militares, y es muy probable que los altos mandos estén pensando en el “postcastrismo” y en la necesidad de visualizar una sociedad plural. Dado que la biología impondrá inevitablemente un cambio (Raúl Castro tiene 83 años) y que EE.UU. dejó de ser el enemigo, lo lógico es que a los jefes militares les interese asegurar una transición sin traumas.
¿Le importa al gobierno chileno que Cuba pueda vivir en democracia? ¿Le interesa siquiera conocer a “la otra Cuba”, que simbolizan las Damas de Blanco? No hay indicios. Lo mínimo que cabe exigirle es que manifieste un juicio autónomo sobre el futuro de ese país y alguna voluntad de contribuir al reencuentro de todos los cubanos en un marco de libertad.