Cargar con la mala fama
Cristián Parra Ortega, Vicepresidente Juventud DC.
“El caso Penta es la peor publicidad que se pudiera haber pensado para la clase política”.
Si esto fuera farándula, la voz en off de “Primer Plano” diría que es el “Escándalo de la semana”… o del año.
Políticos, empresarios y algunos políticos que parecen empresarios, envueltos en un escándalo que cada día sorprende con un nuevo antecedente, con algún mea culpa aprendido de memoria y escrito por un asesor de prensa que ya no sabe cómo contrarrestar lo evidente.
El caso Penta no sólo es el circo político más vergonzoso del último tiempo, es además la peor publicidad que se pudiera haber pensado para la clase política. Los que comenzamos a abrirnos paso en política siempre debemos estar luchando con la mala fama del político, y esto no nos ayuda a cambiar esa imagen.
¿En qué momento los empresarios se volvieron un dolor de cabeza para nuestra democracia? El politólogo italiano Gianfranco Pasquino ha dicho que las empresas pueden ser un problema para la democracia en dos ocasiones: cuando tienen problemas entre ellas y cuando tienen problemas con el poder político.
Todos queremos que nuestros parlamentarios defiendan los intereses de sus electores y de la ciudadanía en general y no de determinados grupos económicos (o se supone que todos debiéramos querer eso). Esperamos que el fiscalizar, legislar y representar —como reza la página web de la Cámara— sea efectivamente realizado en pos del bien común.
Pero esto tampoco es una guerra contra los empresarios. Queremos que las empresas cumplan su rol en la sociedad y no sean un problema para el desarrollo democrático del país. Para eso se debe regular. Proyectos como los enviados por la Presidenta sobre Transparencia, Modernización y Financiamiento Público de la Política de las Campañas Electorales van en el camino correcto. Es necesario apurar estos proyectos en el Congreso y apoyar con fuerza una reforma al Servel para modernizarlo y modificar la Ley 18.603, estableciendo financiamiento público de los partidos y organizaciones políticas permanentes y por medio de compromisos mutuos.
Los empresarios no son el problema, el problema son los políticos que hacen negociaciones fuera o al margen de la ley. Políticos que piden favores y sin que ningún chileno sepa cómo se pagarán.
El caso Penta es un golpe para toda la política chilena. Para los involucrados, para los que aún no avanzan en una legislación que evite este tipo de escándalos y hasta para los que comenzamos, los que queremos cambiar las “viejas prácticas”, los que queremos decir con orgullo que estamos en política y no queremos cargar con una mala fama que no nos corresponde.