Charlie Hebdo II
Señor Director: Sin duda, existe una tensión entre el ejercicio pleno de la libertad de expresión —incluyendo el sarcasmo, el humor y la crítica— y el legítimo derecho a no ser ofendido por nuestros pensamientos o creencias. Algunos intentan explicar, hasta justificar, la reacción agresiva y violenta de ciertos grupos religiosos, políticos o étnicos so […]
Señor Director:
Sin duda, existe una tensión entre el ejercicio pleno de la libertad de expresión —incluyendo el sarcasmo, el humor y la crítica— y el legítimo derecho a no ser ofendido por nuestros pensamientos o creencias. Algunos intentan explicar, hasta justificar, la reacción agresiva y violenta de ciertos grupos religiosos, políticos o étnicos so pretexto de defender su fe, su honra o su identidad del ataque artero. Sin embargo, se trata de una falsa dicotomía.
El valor de la libertad de expresión es absoluto. O se ejerce en plenitud, o no. Ejercerlo en plenitud significa a veces escuchar opiniones impertinentes, molestas, ofensivas, falsas, a veces, incluso, humillantes y vejatorias. Ello no obsta que el ofendido, de acuerdo al Estado de Derecho correspondiente, pueda establecer acciones legales si probara que en el ejercicio de esa opinión se mintiera o tergiversara una realidad positivamente objetiva. En cambio, el sentimiento del ofendido es generalmente subjetivo, algunos podrán sentirse ofendidos por un insulto a la madre, por un chiste político o por una sátira cruel donde establecer un límite que regule con precisión esa ofensa resultaría del todo inútil y arbitrario, ya que siempre habrían personas que querrían una frontera de lo permitido conforme a su interés particular. Algunos acusarían cualquier opinión como ofensiva, cualquier reflexión como blasfema, cualquier acusación como impropia.
Con todo, es recomendable que en el ejercicio de la libertad de expresión pongamos siempre el sello de la prudencia, la tolerancia, la justicia y la caridad, aunque al momento de elegir, preferiré la desfachatez de la opinión libre que la mordaza cobarde producto de la censura y la amenaza.
Rodrigo Reyes Sangermani