El futuro de la UDI
“La UDI ha sido mejor un partido pequeño pero influyente, que uno grande y diluido”.
Resulta difícil imaginar un momento más complejo que el que atraviesa la UDI por estos días. Más allá de los detalles y pormenores del caso Penta, lo que interesa entender es por qué una colectividad tan importante para la política nacional puede verse enredada en conflictos de este tipo y qué consecuencias tendrá ello para su futuro. La primera de estas interrogantes nos lleva, necesariamente, a comprender los orígenes históricos de la UDI y, más aún, del gremialismo.
Este movimiento nace como una respuesta a la hiperpolitización de los cuerpos intermedios de la sociedad a fines de los años sesenta. Asimismo, su fundador y principal ideólogo, Jaime Guzmán, entendió siempre que el papel de este grupo era constituirse en una alternativa a los partidos de la llamada derecha tradicional, que, en aquella época, se reorganizaba en torno al Partido Nacional, pero con el cual compartían la lucha en contra del gobierno de la Unidad Popular.
La UDI hizo su debut en democracia mostrando gran solidez en los principios que siempre defendió, pero exhibiendo, al mismo tiempo, un enorme pragmatismo para desenvolverse en el juego político y parlamentario. Los años 90 y 2000 fueron sólo al inicio tiempos difíciles para luego dar paso a una gran adhesión de nuevos militantes, pero también de sucesivas renuncias del propio ideario político. Todo ello en aras de insertarse mejor en el sistema democrático y sacarse de encima el estigma de haber estado tan cerca de la dictadura. Lo anterior se tradujo en un imperceptible pero profundo desgarro interno. Lo cual de seguro fue resentido por las bases y no registrado por las cúpulas.
La UDI ha sido mejor un partido pequeño pero influyente, que uno grande y diluido. Los acontecimientos recientes así lo comprueban. Ha sido tal el afán por alcanzar y conservar el poder, que se ha perdido el norte. Quedó atrás, o al menos en entredicho, la “nueva forma de hacer política” que tanto cautivó a los jóvenes chilenos que decidieron ingresar al servicio público.
La UDI tiene una deuda que saldar con la sociedad que la respaldó por tanto tiempo. Se fundó como un partido popular y cristiano, y si quiere volver a gravitar, debe regresar a sus orígenes. Dicho proceso no puede ser dirigido por los mismos de siempre, ni menos por aquellos que están vinculados, aunque sea tangencialmente, con estos oscuros episodios.