Entonar la misma canción
Por Gustavo Paulsen.
“La casi unánime adhesión a una nueva Constitución está acompañada de igual ignorancia hacia su contenido”.
Una significativa mayoría de chilenos desean un cambio constitucional. Así lo demuestra, entre otros estudios, la Encuesta Usach-Ipsos, que mostró que el 74% quería una nueva norma rectora de las leyes y los asuntos públicos. Pero no está probado que exista igual consenso respecto de las reformas específicas que esta nueva Constitución debería contener. De modo que, la casi unánime adhesión a una nueva Carta Fundamental está acompañada de casi igual ignorancia hacia su contenido.
¿Por qué ocurre esto? Me atrevo con una hipótesis: por muy democrática que sea nuestra actual Carta Fundamental, también es cierto que la Constitución del 80 no representa un relato digno de enorgullecernos. El cuento de esta norma es demasiado oscuro como para servir de continente institucional a la nueva forma de entender Chile, que parece animar a buena parte de sus ciudadanos y que, en gran medida, han recogido los compromisos programáticos de Bachelet.
El relato no es tema menor. Nos dice de dónde venimos, cuál es nuestra esencia; en definitiva, qué es lo que somos. Chile quiere separarse de su pasado autoritario. Sólo eso explica la casi unánime adhesión a una nueva Constitución. Y también, parece ser, a los chilenos nos mueve un nuevo deseo de cambio hacia la igualdad, que queremos ver recogido en nuestra Carta Fundamental.
Se quiere un relato democrático y legítimo de nuestras instituciones, que a su vez dé cuenta de un país que reconoce a todos sus hijos como iguales, revirtiendo históricos antivalores que han acompañado nuestra cultura. Este relato subraya aspectos presentes en nuestros ordenamientos constitucionales anteriores, pero que ahora, vistos los cambios sociales, culturales y económicos de los últimos años, cobran renovada fuerza. Llevados a la señal simbólica de su entronización en la Carta Fundamental, pueden transformarse en un impulso, una guía moral y una potente señal de unidad nacional, con miras a esta nueva etapa de vida republicana. La gente demanda un relato en que Chile sea visto como una comunidad de pares, donde los privilegios son despojados de prestigio y donde quede claro que juntos forjaremos nuestro futuro, ciertamente, con consecuencias en cómo construimos nuestras principales instituciones. Pero supone, sobre todo, una declaración sobre lo que somos y, principalmente, sobre lo que pretendemos ser.
Las dificultades políticas que traerá consigo la discusión sobre la aprobación y el contenido de esta Nueva Constitución quizás se faciliten si entendemos el valor simbólico que los chilenos le dan a esta reforma. Más que detallar la letra pequeña de este himno, es preciso que sepamos entonar la música que a todos nos une.