Fin del binominal
“Al tiempo que corrigieron aspectos perversos del actual sistema, introdujeron nuevas distorsiones de inciertas consecuencias”.
Los sistemas electorales son elementos propios de las democracias. En esa perspectiva, juegan un papel fundamental al momento de determinar cómo se distribuye el poder y de qué manera se asigna la representatividad en los órganos colegiados que buscan renovar sus integrantes, en conformidad con la voluntad popular.
El Senado acaba de aprobar una serie de modificaciones al actual sistema binominal, que nos llevará a volver a uno de características proporcionales, con cifras repartidoras al interior de las listas de candidatos que competirán por los respectivos escaños parlamentarios.
Todo indicaba que la democracia chilena necesitaba modificaciones en su sistema electoral, entre otras cosas. Éstas tardaron mucho en llegar y ello fue responsabilidad de todos los partidos con presencia parlamentaria. Los cálculos que unos y otros sacaron, dependiendo del momento en que se propusieron las reformas, trabaron su materialización.
El problema de los cambios que se han introducido es que, al tiempo que corrigieron aspectos perversos del actual sistema, introdujeron nuevas distorsiones de inciertas consecuencias. En este sentido, preocupan los aumentos excesivos de parlamentarios, más aún teniendo en cuenta el gran descrédito del Congreso; la artificial sobrerrepresentación en que se dejaron ciertos distritos y circunscripciones –como ocurrirá en el norte, en que Atacama elegirá cinco diputados y Arica 3, pese a que ambos tienen similar población- y la excesiva facilidad que se consagró para formar partidos, que podría traer consigo una gran dispersión de agrupaciones. Asimismo, se perdió la gran oportunidad de haber establecido un límite al número de reelecciones a las que pueden aspirar diputados y senadores.
Una buena democracia es más que su sistema electoral. Requiere de instituciones sólidas y transparentes y de políticos conectados con las necesidades de los ciudadanos. Convendría entonces prestar oídos a quienes han alertado de las imperfecciones aprobadas.