Marchas masivas en Francia
“Lamentablemente, la grave amenaza que representan los terroristas impone medidas excepcionales”.
Las marchas del domingo en defensa de la libre expresión y en rechazo a los sangrientos ataques de la semana pasada entregaron una poderosa señal sobre dónde quiere ubicarse la sociedad francesa frente al desafío de los islamistas radicales: del lado de la tolerancia, la libertad y la convivencia civilizada.
Más allá de la masiva convocatoria de los actos en las principales ciudades de Francia y de la importante presencia de líderes extranjeros, la propia composición de las multitudes dio cuenta de una sociedad que ya se sabe irreversiblemente diversa y que no acepta el maniqueísmo fanático que proponen los violentistas para justificar el asesinato de inocentes.
Asimismo, todo indica que aunque son conscientes de las muchas complejidades inherentes a la elevada inmigración de origen musulmán y a la realidad demográfica de Francia, la mayor parte de sus habitantes no comparte la lógica del inevitable choque de culturas (y religiones) como explicación de los atentados. Al contrario, la cantidad de banderas de países musulmanes que ondeaban junto a la francesa el domingo sugiere que son muchísimas las personas que se sienten en guerra con el terrorismo, pero no con el islam.
En principio, ello es auspicioso para que Francia siga avanzando hacia una incorporación más plena de su importante minoría musulmana —y de otras, como la gitana—, ya que las falencias en ese ámbito facilitan la penetración de los extremistas en sectores que se consideran postergados. Un avance que, a juzgar por el éxito de las marchas de anteayer, los franceses sólo conciben dentro del marco de valores y reglas de una sociedad libre, tolerante y democrática.
Lamentablemente, la grave amenaza que representan los terroristas impone medidas excepcionales que, en aras de la seguridad pública, pueden dar pie a incidentes o generar tensiones que enrarezcan el clima político y social. Ese será un difícil desafío adicional para todos los franceses, pero especialmente para su clase política, que tendrá la responsabilidad de enfrentar con firmeza al terrorismo islámico doméstico, sin que ello menoscabe los derechos o provoque la inquietud de la gran mayoría de sus ciudadanos musulmanes respetuosos de la ley.