Mitos sobre la renuncia de Molina
Por Eugenio Guzmán.
“Es ingenuo pensar que se le haya pedido la renuncia sólo por sus dichos en la entrevista”.
Resulta por lo menos ingenuo pensar que a la entonces ministra de Salud se le haya pedido la renuncia sólo por sus dichos en la entrevista con La Segunda. Más bien parece un buen pretexto.
La polémica parece un tanto artificial. Es querer darle un vértice moral a un problema de índole político y estratégico. Claro está que, dentro de la cultura de izquierda, un argumento recurrente son las supuestas conspiraciones de parte del mundo del frente, sean estos conservadores, liberales, capitalistas, la élite, burgueses, cuicos, momios o lo que sean. De allí que, para muchos, su salida la entroniza como la de una heroína de la contienda política.
Los dichos de la ministra no constituyen argumentos per se, excepto para quienes el doble estándar, denunciado por ella misma, sí lo serían. En estricto rigor, se trata de ataques ad hominem, recursos retóricos, donde lo que se busca es desacreditar a quien sostiene una tesis y no a la tesis misma. Es decir, el que supuestamente los “cuicos” tuvieran una conducta, no dice nada en relación con la verdad o falsedad de la posición de ellos ni la de la ministra.
Quienes sostuvieron que decía una verdad, flaco favor le hacían al Gobierno. ¿La razón? Muy simple. En momentos en que entraba al Congreso la reforma laboral, aparecía Molina desordenándola y acaparando cámaras, generando realineamientos y opacando la firma del proyecto de ley de reforma laboral el mismo día en que veía la luz.
La entrevista había sido realizada con antelación. Por qué tanto revuelo. Una posibilidad es que Molina no hubiera informado a La Moneda, y en el contexto de la mecánica del gabinete de Bachelet, mucha autonomía no es muy buen vista. Además, si el tema está radicado en otra cartera, no tenía mucho sentido que se pronunciara por el tema.
En junio había sido la propia Molina quien había afirmado que el proyecto sería enviado por el Sernam en el segundo semestre de 2014. Por eso, más allá de la autonomía para referirse al tema, lo que parece más plausible es el que su trayectoria en el gabinete había estado sujeta a profundas críticas. En efecto, su gestión en Salud se había traducido entre otros aspecto en que la deuda hospitalaria se había duplicado en estos 9 meses (US$ 120 millones adicionales). A esto se agregan sus conflictos con la directora del Fonasa, el paro de funcionarios del sector y ciertamente roces con la dirigencia política. El broche de oro es que la desaprobación en Salud había crecido de 43% a 66% en el período.
En este contexto, y esperando un nuevo año mas complejo en el sector, resulta claro que la necesidad de hacer un cambio en la cartera parecía lógico y qué mejor que esta coyuntura para hacerlo. Adicionalmente, qué mejor forma de hacer un cambio sin que el Ejecutivo apareciera cediendo a las presiones, sino que, por el contrario, como un acto de disciplina para el gabinete.