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Raíces criollas

Señor Director: Con preocupación, miembros de confesiones cristianas hemos sido testigos de una alarmante descristianización de la sociedad chilena. Propuestas de ley como el AVP, el aborto libre o la amenaza a los proyectos educativos de vertiente religiosa presente en la reforma educacional no son otra cosa que el corolario de una orquesta que hace […]

Publicado el 08/01/2015

Señor Director:

Con preocupación, miembros de confesiones cristianas hemos sido testigos de una alarmante descristianización de la sociedad chilena. Propuestas de ley como el AVP, el aborto libre o la amenaza a los proyectos educativos de vertiente religiosa presente en la reforma educacional no son otra cosa que el corolario de una orquesta que hace años se ha venido fraguando en nuestro país y que, además de lo anterior, conlleva ataques más directos, como el intento por cambiar el nombre del cerro Santa Lucía en la comuna de Santiago o por eliminar los crucifijos de los colegios municipales en la comuna de Providencia.

Esta verdadera arremetida contra la fe supone desconocer las raíces más profundas de la chilenidad y de nuestros valores patrios.

¿Pero qué hacemos los cristianos frente a ello? Timoratos y, en ocasiones, demasiado prudentes, carecemos de la convicción necesaria para oponernos al avance de lo que San Juan Pablo II denominara “cultura de la muerte”.

El Padre Hurtado en un discurso pronunciado en el cerro San Cristóbal en 1938 ya nos lo anunciaba: “Si Jesús apareciese en estos momentos en medio de nosotros, extendiendo compasivo su mirada y sus manos sobre Santiago y sobre Chile, les diría: ‘Tengo compasión de esta muchedumbre’ (Mc 8,2)”.

Una muchedumbre que no sabe destinar tiempo para Dios. No conversa de Él en la familia, no lo invita a permear su trabajo, menos aún observa con una mirada trascendente la cultura o la política y huye del milagro más hermoso de la fe, presente a diario en la eucaristía.

Henry Boys Loeb

aborto libre, AVP, confesiones cristianas, descristinización, Dios, Padre Hurtado, Providencia, proyectos educativos, sociedad chilena, vertiente religiosa
  • Gloria

    Sr. Director:

    A Henry,

    Dices: “Timoratos y, en ocasiones, demasiado prudentes, carecemos de la convicción necesaria para oponernos al avance de lo que San Juan Pablo II denominara “cultura de la muerte”.”

    Ese es el tema.

    Como ya debes haber leído: “las crisis mundiales son crisis de santos”.

    El centro del problema que nos aqueja es una crisis de santidad. De la búsqueda de ella. De la búsqueda de Dios.

    Toooodo lo demás no es sino consecuencia de esto:

    La corrupción, la ineptitud y la mediocridad en la vergonzosa política
    (¿Por qué no vota la gente?), la aceptación entre personas inteligentes y que un día se declararon “cristianas”, del aborto (¿hay mayor injusticia que, entre muchos, ponerse de acuerdo y asesinar a un inocente que está indefenso, inerme ante la traición de quienes debieron salvarlo?); la
    conformidad en médicos CATÓLICOS de no intentar siquiera la Terapia Reparativa (que se entrega en Europa y USA) para ayudar a personas homosexuales que no quieren serlo, por miedo al lobby gay chileno (¿dónde está el amor al hermano que sufre? ¿Dónde la capacidad
    personal de martirio por el bien mayor del prójimo? Esas personas ¿no tienen derechos humanos? Si ya eligieron NO querer ser homosexuales ¿por qué a ellos no se les respeta su decisión y se les ofrece ayuda médica del Estado a los que no pueden pagarla?
    Por miedo, por cobardía, por indiferencia.

    ¿Qué hay sacerdotes que han perdido la fe y no pueden ayudar? Sí. Tú debes conocerlos, y son más o menos evidentes según cuántas apariciones hagan en los medios y cuáles sean sus declaraciones. Y también hay obispos, y sabemos que hasta algunos cardenales olvidaron a Su Primer Amor y lo reemplazaron por el aplauso del mundo. Dios tenga misericordia de sus almas.

    Pero, muchos sí pueden y sí quieren. Y ven con dolor como todo esto parece ir a la deriva.

    Pero, mira. En España, leía hoy en la mañana, apareció hace once años la primera Capilla de Adoración Perpetua.
    Hoy son 33 Capillas.

    Tú sabes la terrible situación no sólo económica que vive España. Su principal dolor es la crisis valórica, donde los millones de abortos realizados desde que se aprobó la ley son la consecuencia (¿por qué no la causa?) de semejante padecimiento.

    Quienes creemos en Dios, sabemos que ese sólo inicio de regreso al Dios de Jesucristo hará que esa nación reflorezca, como es sus mejores tiempos. Los que no tienen fe, y que sólo ven con los ojos que tienen en la cara, pondrán su confianza en miles de remedios y disposiciones pelagianas, y continuarán olvidándose de Dios. Pero, otros no lo harán. Porque ven con los ojos de la Fe. ¿Sabemos que sostiene al mundo respirando? Los monasterios de clausura, donde se vive en torno a Él la vida entera.
    ¿Qué debemos hacer nosotros?

    No les toca a ellos, los que ya no creen, hacer algo. Nos toca a nosotros, los que sabemos que Dios existe, que nos ve y nos escucha. Que nos ama como a sus regalones, como a sus joyitas preciosas y que lo que más lo enternece es que le hablemos a Él con la confianza con que esperamos hablarle en el Cielo.

    Nos toca, valientemente, hacernos más visibles en la Fe:
    Defender nuestra Iglesia y Nuestro Dios cuando sea atacado. No por afán de pelea, sino por la expresión que solían custodiar los jesuitas “por la mayor Gloria de Dios y bien de las almas”. Y cuidado, Jesús habla de poner la otra mejilla, pero, cuando la ofensa es personal, no cuando es a Él o a Su Iglesia. Así es que, defendamos, saquemos del error, hagamos luz, con caridad, pero, con firmeza.

    ¿Qué más? Nuestra Iglesia está en misión. Pero, no todo es misión. El buenismo imperante en el habla de nuestros pastores hace que a cualquier cosa, la acción más tibia la denominemos, para tranquilizar la conciencia por el poco esfuerzo realizado como “misionera”. No lo hagamos, digamos la verdad y trabajemos para el 7. De manera que nuestra conciencia esté tranquila y descanse en la verdad.

    No voy a entrar en la formación de nuestros sacerdotes, que hace ya mucho olvidaron los Novísimos en su prédica para no asustar (y los que se fueron sin fe de este mundo por causa de su predicación light ¿no los pone a pensar?), porque eso es tema y decisión que excede a los laicos.

    Tampoco me detendré en la pedofilia. Sí, es un error y un horror, pero, creo que desde la diligencia de Benedicto XVI, el tema se está tratando con mayor atención y cuidado.

    Hay decenas de medidas pequeñas que podemos hacer. Se vende
    el librito de La Eucaristía Diaria, demos las gracias por los alimentos con
    nuestra familia, o en nuestro trabajo, simplemente leyendo el Evangelio del
    día, o la 1° Lectura, o el Salmo, en fin. Nos sorprenderemos de los resultados, en la familia, entre los amigos, en la oficina, etc. Dios se hará presente entre quienes estén compartiendo y será un Bien.

    Y no pensemos que actividades que hagamos nosotros solucionarán el problema.

    Es el Amor de Dios, es Su bondad, Su misericordia, que debemos pedirle y rogarle todos los días los que estamos conscientes de nuestra
    poquedad, miseria, mediocridad y pecado. Es Dios, en suma quien hará el milagro de convertir los 7 panes y 2 pescaditos en alimento para 4.000 hombres, más las mujeres y los niños.

    ¿Qué nos toca a nosotros? No intentar trozar los panes y pescaditos en pedacitos muy chicos para compartirle a todos, sino entregárselos
    a Él. Nuestro Señor es el que hace los milagros. Confiemos absolutamente en Él.

Jorge Edwards

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