Segunda Mirada: Carros de sangre
En Santiago ya hubo un sistema de tranvías eléctricos. En el siglo XIX se formó la Empresa de Transportes Colectivos del Estado (ETC), con la misma tecnología que se quiere implementar ahora. Pero la llegada de los trolebuses acabó por consumir la demanda. El último tranvía que circuló por Santiago fue en 1957 y todavía […]
En Santiago ya hubo un sistema de tranvías eléctricos. En el siglo XIX se formó la Empresa de Transportes Colectivos del Estado (ETC), con la misma tecnología que se quiere implementar ahora. Pero la llegada de los trolebuses acabó por consumir la demanda. El último tranvía que circuló por Santiago fue en 1957 y todavía quedan vestigios de las vías.
Pero mucho antes, mientras imperaba la carreta como medio de transporte —o el birlocho o el carruaje, para la alta sociedad—, Chile pudo jactarse de tener el primer tranvía urbano de Latinoamérica. Fue en 1857, bajo tracción animal. Se los llamó “carros de sangre”, y recorrían la Alameda, desde la Estación Central a la Universidad de Chile.
La red de carros de sangre llegó a funcionar cada 15 minutos, con 20 carros y 350 caballos. Cuando en 1888, bajo el gobierno de Balmaceda, se decidió subir el pasaje de segunda clase, los usuarios protestaron. El 29 de abril de ese año, dos mil personas se congregaron en la Estación Central, destruyeron carros y soltaron caballos, inaugurando un movimiento que se denominó “pasajeros furiosos”.