Segunda Mirada: Je suis Soto
“Je suis Charlie” es la consigna que abrió el 2015. Los medios de comunicación se han conmovido especialmente, y en todo el mundo se ha vuelto a alzar como carta fundamental la defensa de la libertad de expresión, incluso con ecos a una inédita “libertad de ofender”. Discrepar de la hegemonía del “Je suis Charlie” […]
“Je suis Charlie” es la consigna que abrió el 2015. Los medios de comunicación se han conmovido especialmente, y en todo el mundo se ha vuelto a alzar como carta fundamental la defensa de la libertad de expresión, incluso con ecos a una inédita “libertad de ofender”.
Discrepar de la hegemonía del “Je suis Charlie” corresponde a un atentado a la libertad de expresión, hoy equiparable a los DD.HH., a una propaganda islamista, o la opinión infundada de un fascista recalcitrante. Todos somos Charlie.
Pero mientras tuiteamos un orgulloso “Je suis Charlie”, condenamos con furia en la sobremesa a un pastor evangélico que, con una mano en el corazón y la otra en la Biblia, abusa de esta libertad de expresión, gritando su opinión a través de un megáfono y persiguiendo a voceros de los homosexuales para enrostrarles sus pecados y ejercer su derecho a ofender.
Y nadie versaba “Je suis Murdock” cuando el año pasado un titiritero era despedido de un canal de televisión por hacer un chiste ofensivo contra los judíos. Pero claro, en Chile no hay tantos musulmanes con poder, y éstos parecen tener tanta influencia como los evangélicos.