Segunda mirada: Secreta obscenidad
Freud y Marx, ambos íconos que representan la realización popular de los más profundos deseos de la extravagancia revolucionaria dentro de cada alma, son llevados al absurdo, representando la decadencia de sus ideas ya revenidas, una vez en el inconsciente colectivo, transformándose en meras transcripciones de dogmas. En “La secreta obscenidad de cada día”, los […]
Freud y Marx, ambos íconos que representan la realización popular de los más profundos deseos de la extravagancia revolucionaria dentro de cada alma, son llevados al absurdo, representando la decadencia de sus ideas ya revenidas, una vez en el inconsciente colectivo, transformándose en meras transcripciones de dogmas. En “La secreta obscenidad de cada día”, los personajes son reducidos a formatos que repiten consignas plagadas de lugares comunes. Todo este absurdo es representado por el genio de Marco Antonio de la Parra cuando, al comienzo de la obra, hace que estos dos personajes coincidan en la banca de una plaza, frente a un colegio de niñas, ambos desnudos bajo un impermeable, ambos con perversas intenciones.
La desnudez del alma cubierta por un impermeable, la moral avergonzada, el miedo al ridículo, la necesidad de exponer el deseo y sacarlo del ámbito privado. Todo eso con una guinda de satírico humor marxista.
Hoy es la última función de una relectura de esta obra en el teatro San Ginés.