El monopolio de Bachelet y Piñera
Por Juan Cristóbal Portales E.
Universidad Mayor
“¿Por qué Bachelet perpetúa un liderazgo incombustible, a prueba de Transantiagos y Nueragates?”
Por Juan Cristóbal Portales E.
Universidad Mayor
¿Por qué Bachelet perpetúa un liderazgo incombustible, a prueba de Transantiagos, Nueragates (su dolor telenovelesco es probable que sea suficiente para mantenerla como la líder con mayor aprobación de la Nueva Mayoría), y a la larga monopólico (al igual que el Canal del Fútbol o las grandes cadenas de farmacias, aprovecha su posición dominante de mercado para proteger, omitir e incluso favorecer ciertos abusos)?
¿Por qué Piñera, a pesar de su fracaso en avanzar en una agenda reformista libertaria, de su incapacidad para generar un modelo de desarrollo productivo y emprendimiento sustentable (más allá de sus buenas cifras macro), de sus infatigables piñericosas y de sus características de líder-empresario monopólico (Transbank, uso de información privilegiada para favorecer sus inversiones en LAN), goza de un 69% de adhesión entre los votantes de derecha y centro derecha?
La respuesta no radica completamente en ciertos atributos como el carisma bacheletista o la competencia piñerista. La clave está en el mismo sistema político, que adopta progresivamente las distorsiones del modelo económico y cultural que ha creado y que lo cobija. Un sistema que, al igual que los mercados no regulados o mal regulados, favorece códigos añejos y adopta nuevas herramientas surgidas del márketing y la comunicación para proteger a unos pocos en desmedro de muchos. Un sistema enemigo de la competencia, que coarta la aparición de liderazgos alternativos que compitan, ya no en el terreno de la simpatía y cercanía, sino personificando idearios, programas inspiradores y cualidades competentes y éticas para aterrizarlos.
Ante este mercado de ideas empobrecido, los nuevos votantes consumidores, más informados pero pragmáticos, reaccionan de forma consciente, de igual forma que ante un producto desechable o defectuoso, o ante un abuso comercial: en algunos casos con resignación, conformismo (porque “es lo que hay”) u opción por un producto u ofertón disponible. Pero a la larga van acumulando un grado de insatisfacción poco saludable.
La persistencia en el tiempo de ambos liderazgos monopólicos sólo puede ser amenazada por el mismo sistema que los alimenta y promueve. Ya sea a través de una inocua autorregulación (como la promovida por la misma Bachelet en días recientes) o mejor aún, por una voluntad reformista traducida en la alteración de las reglas del juego vigentes. De no producirse una reacción del sistema hacia esta segunda opción, se corre el riesgo de fomentar un espiral de ansiedad ciudadana que, a la larga, difícilmente podrá canalizarse o acotarse a una oficina del Sernac (o del Parlamento).