Izquierda y derecha
Por Fernando Balcells
“La política está hecha de tal manera que la representación de los excluidos debe ser incumplida”.
Por Fernando Balcells
Cuando tenía doce años empecé a rebelarme en contra de la cultura paterna y pasé de su entusiasmo freísta a darle mi apoyo silencioso a Alessandri. Mi vida soñada era tener mi propio kiosco de diarios y revistas. Ninguno de los dos impulsos me duró mucho tiempo. Con el inicio de la reforma agraria se me apareció la diferencia entre izquierda y derecha y nunca más el espacio político tuvo la fluidez de la infancia.
Según un aforismo anónimo, la derecha se distingue por dos movimientos principales: el que favorece la propiedad de los que tienen en detrimento de los que no tienen, y el que favorece la vida de los que todavía no la tienen en detrimento de los que sí. La izquierda quisiera ser el antagonista simétrico de estas afirmaciones.
La política está hecha de tal manera que la representación de los excluidos —reclamada por la izquierda— debe ser proclamada e incumplida. La representación de los poderosos, en cambio, no es reclamada por nadie y debe ser negada, pero cumplida. Mientras la izquierda parece condenada a traicionar su representación —fracasando o burocratizándose—, la derecha parece condenada a la mentira de una filiación inconfesable.
Pareciera que caigo en contradicción: afirmo la necesidad de una diferencia y que ésta está llena de trampas y medias verdades. Ambas afirmaciones son efectivas. Todo sucede a nivel de representación, es decir, de un cierto ilusionismo en las imágenes y el lenguaje. En verdad nadie representa a los peatones ni a los poderosos, ellos no pertenecen a la escena política y se asoman desde afuera para presionar y ser escuchados, con sus propios medios.
Izquierda y derecha es la diferencia que atraviesa la plaza pública, separando el discurso que apela al pueblo del que se confirma en la élite. La política representativa separa la alocución de los gobernantes de la escucha de los gobernados, las manifestaciones callejeras de los arreglos de pasillo y a los expertos de los que sólo tienen su experiencia. Separa a los representados de los depositarios de la representación. A nivel psicológico, separa a los satisfechos de los inconformistas, a los arrogantes de los indignados. Separa activos de pasivos, actores de espectadores, a débiles de poderosos.
Podemos adivinar que la diferencia pasa por el medio de la izquierda y el centro de la derecha. No existen en estado puro y la técnica afirma que son diferencias prescritas. Pero el lenguaje de la técnica no es más que una variante del discurso de derecha. Su apuro milenario en enterrar opiniones populistas ha sido siempre prematuro y desmentido.
No importa el sistema, la diferencia persiste en la variación de las circunstancias en que inclinaciones éticas y emocionales encuentran el lenguaje que las proyecta como aventura. Si tuviera mi kiosco, otro gallo cantaría.