No politizar las cifras
“Esta última Casen confirma una mejora sostenida en un indicador clave para el desarrollo y, por ende, merece ser celebrada por todos los sectores políticos”.
Con criterios en varios aspectos más exigentes y rigurosos de los usados hasta su edición anterior, la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) correspondiente al 2013 —dada a conocer recientemente por la ministra de Desarrollo Social— registró un descenso de la pobreza al 14,4%, medida según nivel de ingresos, ratificando una tendencia a la baja observada en las últimas décadas. Si bien el Gobierno hizo hincapié en que, pese al descenso en el número absoluto de pobres (la extrema pobreza bajó a 4,5%), los niveles de desigualdad permanecen esencialmente estáticos, el resultado de esta última Casen confirma una mejora sostenida en un indicador clave para el desarrollo y, por ende, merece ser celebrada por todos los sectores políticos.
El relativo silencio público con que ha sido recibido este dato en el Ejecutivo y el oficialismo llama a reflexión, pues sugiere que se podría repetir el error del que muchos responsabilizaron a la administración anterior: cierta disposición a extraer réditos políticos de las estadísticas. Tal como hace dos años hubo críticas al gobierno de Sebastián Piñera por una supuesta manipulación de la encuesta para exagerar las cifras positivas o minimizar las negativas —con serios cuestionamientos metodológicos de por medio—, hoy habría cierta renuencia del mismo sector a dar mucha publicidad a estadísticas que, incluso con los procedimientos y parámetros actualizados que demandaba, validan el descenso en la pobreza que sostenían las autoridades de la época.
Numerosos actores criticaron entonces lo que llamaron la “politización” de la encuesta Casen, advirtiendo contra el desprestigio del instrumento y contra la pérdida de credibilidad de las estadísticas públicas. En efecto, eso sería preocupante, pues de la confianza que se deposita en cifras como ésas dependen las políticas públicas que se implementan para hacer frente a una amplia gama de problemas. Más allá de si dicho error se cometió o no hace dos años, sin duda es clave evitar cometerlo ahora.
Lo deseable es que las autoridades de gobierno y los actores políticos eviten interpretar las estadísticas como “éxitos” propios o “fracasos” ajenos, y que concentren su atención en la calidad de los procesos de medición, en la fiabilidad de los resultados obtenidos y en la transparencia (e imparcialidad) con que los presentan a la opinión pública, para que ésta pueda formarse un juicio informado sobre la realidad del país.